viernes, octubre 12, 2012

Odisea veraniega, parte II

¡Hola de nuevo!
Parece increíble, pero es cierto, ¡actualizo en la misma semana! Aquí os dejo la segunda tanda, que es cortita, para compensar la anterior… =P


Lo dejé en la tercera semana de Julio: ésa misma semana, participé con Noora en una charla que daba la universidad para intercambio académico: fuimos allí, nos presentamos y hablamos un poco de nuestras universidades, y luego respondíamos a preguntas de la gente que estuviera interesada. Fue interesante, aunque no hubo mucho alumno interesado en España, se decantaban más por Australia y por Finlandia, cosa que no me extraña, si pensamos que en ambos países se habla inglés perfectamente (que no significa que los japoneses lo hagan, peor por lo menos, lo han estudiado durante 9 años de su vida), mientras que en España, o aprendes algo de español, o vas mal…

El miércoles fuimos Alisson, Michael, Kotone y yo a cenar juntos a un restaurante genial: un sitio muy pequeño, con un solo trabajador (cocinero + camarero) que había vivido y estudiado en Francia durante años. Tiene una buena variedad de vinos y cervezas de importación, y comida europea para chuparse los dedos.
No fue caro para lo que me esperaba, y nos fuimos de allí encantados, sitio al que volveremos seguro.


El fin de semana empezó un día antes: me fui de excursión con los alumnos extranjeros en un viaje que organiza la sección internacional de la universidad. Fuimos a Hikone, a visitar el castillo y al Solar Arch, pero por desgracia, el tiempo no acompañó demasiado (es lo que tiene la época de lluvias) y el viaje acabó pasado por agua.


Para no variar, al día siguiente también llovió, y, para no variar, Kei y yo decidimos hacer la excursión que habíamos planeado de todos modos. Fuimos a visitar Meiji Mura, que es un museo/poblado con casas de la era Meiji (1868-1912), cuando la influencia occidental se empezó a plasmar también en la arquitectura del país, y está en Inuyama, a una hora más o menos de Nagoya (en la foto podéis ver un puestito de chucherías versión japonesa).
Llevábamos tiempo con la idea de ir, desde que fuimos al museo Toyota y vimos un panfleto donde aparecía la foto de la estrella del poblado: el Hotel Imperial de Tokio de F.L. Wright. Evidentemente, era a mí a quien más ilusión le hacía, y nos pasamos la mayor parte del tiempo en el hotel, que se había reconstruido tan sólo parcialmente y ya es el edificio más grande de todo el poblado. A pesar de todo, el chico tuvo paciencia y una vez me quedé satisfecha de mirar hasta la última esquina, continuamos con el resto de edificios: bancos, iglesias, graneros, cárceles, colegios… Muy interesante.


En la vuelta, a Nagoya, pasamos por un centro de bateo. Lo habíamos visto en la ida, y como nunca había probado, decidimos pararnos e intentarlo.
Los centros de bateo son lugares donde hay un pasillo desde donde accedes a diferentes zonas de bateo, separada solamente por una red. En el pasillo hay varios bates, de diferentes longitudes y pesos, para poder escoger el que mejor se adapte a ti. Una vez escogido el bate, pasas a escoger la zona de bateo, dependiendo de la velocidad de pelota que quieras y que puedes ver en unos carteles colocados en la entrada de cada zona. Una vez pasas la red, hay una maquina donde metes el dinero y el juego empieza: una máquina al otro lado de una pista enorme (cubierta por una red para evitar que las bolas vayan volando demasiado lejos) te lanza la pelota y ahí ya te toca a ti buscarte la vida y tratar de acertar durante las 20 pelotas que te va lanzando. Puedes modificar la altura de la pelota, pero vamos, si nos das ni una, no es por culpa de la maquina, sino tuya xD.

Yo empecé con una zona de bateo para niños: pelotas más grandes y la velocidad de unos 80km/h, pero luego pasamos a una zona de adultos, con velocidades de 90 y 100 km/h. No se me dio tan mal, pero no me atreví a probar las zonas de 120 km/h, eso es para la segunda vez, ¡por lo menos! ¡Jaja!
Evidentemente, a Kei se le dio mucho mejor, pero es de esperar en un país donde todo el mundo juega a béisbol y es el deporte nacional por excelencia =P.


Después del centro de bateo, pasamos por un Don Quijote, una tienda que vende de todo, insisto, de todo, y a precios más bien baratos. Entramos a echar una vistazo y a reírnos de los artículos, y acabamos comprando Ferrero Rocher (¡en pleno verano!), un vino que es lo más parecido a Lambrusco que he encontrado, un boli que se borra y funciona genial… Vamos, que aprovechamos la visita, y después de un día tan largo: nos fuimos a cenar a un Family Restaurant que, aquí en Japón, junto con los Conbini, y las máquinas expendedoras, es algo que lo encuentras en todos lados.


Después de la cena, nos fuimos con Alisson, Chloé, Aude, Kotone y Michael a un club que creíamos tenía fiesta, digamos, gey/lésbica, pero acabó siendo una club normal y corriente, y para colmo, había una especie de evento donde varios grupos de bailarines iban saliendo y entretenían al público con sus bailes.

No era lo que esperábamos, pero estuvo muy bien y nos encontramos allí con Pablo. Resulta que uno de los grupos era al club de baile de la universidad a la que vamos, y él es parte del club, aunque este año ya no baila más, y había ido a verles.
Nos quedamos un buen rato y luego nos fuimos a casa, con unos CDs de remixes que nos dieron con las entradas al club.


Esos mismos CDs nos sirvieron de banda sonora al día siguiente mientras Kei y yo íbamos a una barbacoa que habían organizado sus amigos. Si, yo con todo japoneses, ¡jaja! Ya puedo aprender rápido porque me hace falta…
El tiempo no había escampado, por lo que la amenaza de lluvia nos obligó a trasladar la barbacoa de lugar y acabamos haciéndola en Toyota, cerca del estadio de fútbol (os dejo una foto del estadio).

Tuvimos suerte, y al final no llovió, aunque estuviéramos a cubierto. Pudimos comer tranquilamente, jugar a vóley, visitar el estadio, y tuvimos un percance muy gracioso con otro grupo de gente que estaba haciendo barbacoa en el mismo sitio. Habíamos llevado una sandía, y al llegar al lugar, la pusimos en el río para que estuviera fresquita luego.
El caso, es que los niños del otro grupo la encontraron y la cogieron, llevándola a donde sus padres diciendo que se habían encontrado una sandía en el río. Como es de esperar, los padres nos avisaron y dejaron la sandía otra vez en el mismo sitio. Que pena, ¡con lo contentos que debían de haberse puesto los niños! ¡Jajaja!
Así que cuando fuimos a abrirla, llamaron a los niños para que jugaran con nosotros.

Aquí en Japón tienen la tradición de abrir la sandía con un juego que, si digo que es como romper una piñata, se entiende mejor xD. Vendan los ojos a una persona y le hacen dar vueltas girando alrededor del palo que va a usar. Una vez mareado, se le va indicando como ir hacia la sandía para tratar de abrirla a golpes (evidentemente, las primeras indicaciones son totalmente falsas y la persona acaba golpeando a ciegas el suelo, para divertimento de los que indican).

Al final los niños rompieron la sandía y acabamos compartiéndola un poco con ellos y el padre que vino a acompañarlos.


Con respecto a la sandía, reafirmé mi opinión de que aquí la fruta no está ni la mitad de buena que en España, y mucho menos si pensamos en el precio que tiene. Una sandia de tamaño normal cuesta de media unos 13 euros, increíble. Y luego ves como la destrozan en añicos, teniendo que tirar la mitad de la carne al final porque se ha ensuciado o no quieren comer más O_O, no lo entiendo. Es divertido, vale, pero no sé yo si merece la pena, ¡jaja!


Bueno, ¡con esta anécdota dejo la entrada de hoy, que ya vale, y me pongo con la semana siguiente (llegada de Amaia a Japón y viaje con ella) en la próxima entrada!

lunes, octubre 08, 2012

Odisea veraniega, parte I

¡¡Bueno, bueno, bueno!! ¡Cómo pasa el tiempo O_O ! Y pensar que pretendía quedarme al día antes de que empezara el verano ¡y ahora tengo tres meses para actualizar!
Este retraso tiene una muy buena explicación: he viajado un montón durante estos meses y apenas he tenido tiempo para pararme un rato, y luego he vuelto a empezar la uni aquí, no hablemos ya de escribir nada… Así que nada, voy a hacer un breve resumen para que os hagáis una idea de como me ha ido estos meses ^_^ .

En la entrada anterior lo dejé el último fin de semana de Junio, así que recojo ahí mismo:

El sábado por la mañana (véase muy a la mañana, sobre las 5am xD) tuve una quedada comunal con la gente de valencia por skype, aprovechando que celebraban el cumpleaños de uno de AJ, así que madrugué un poco y les pillé a todos juntos, que hacia tiempo que no hablaba con ellos. ¡Gracias chicosss!


Pocas horas más tarde, quedamos para ir de nuevo a la playa: la última barbacoa de David. Fuimos a la misma playa que la última vez y, a pesar de que creíamos que los chiringuitos estarían ya abiertos, lo único que estaba abierto estaba en proceso de preparación para el verano. Así que nos quedamos con las mismas que la primera vez, pero esta vez había más gente y el lugar privilegiado que nos habíamos agenciado la vez anterior ya estaba ocupado. Por suerte, un lugar de alquiler de carpas ya montadas estaba abierto, así que cogimos el poco dinero que nos quedaba y nos plantamos ahí, al lado de un grupo de brasileños.

El tiempo fue fantástico: hacía calor pero como estaba un poco nublado, no nos pegaba el sol a morir, así que pudimos disfrutar de la barbacoa, y del agua, y de la música, y del espectáculo de los brasileños bailando =P.
Como podeis ver en la foto, fuimos un buen grupo de gente ^_^

Cuando volvimos de la playa, unos cuantos de nosotros (Noora, Viviane, Alisson, Cédric, Kei, Madoka y yo), nos fuimos a un nomikai con los tutores de la residencia donde estoy viviendo. Comimos, bebimos, nos reímos un rato y acabamos volviendo a casa mientras todos huíamos de los abrazos de oso de un Cédric más ebrio de lo normal. ¡Jajaja!


Al día siguiente, quedé con Kei a primera hora y nos fuimos en coche a Ise Jingu (eso de conducir al revés es algo a lo que todavía no me acostumbro: ya no sé a donde hay que mirar para cruzar la calle, y quiera o no, acabo abriendo la puerta del conductor y llevándome un susto al ver el volante siempre, no falla, ¡jaja!). El tiempo era todo lo contrario al día anterior: llovía y estaba muy nublado, pero lo miramos por el lado positivo, y pensamos que seguramente habría menos gente de lo normal, así que decidimos ir de todos modos (a parte de que Kei ya se había venido desde su casa en coche para llevarme allí…) El viaje fue bastante largo al final, y eso que fuimos por autopista, y hubo ratos en que dejaba de llover, pero cuando llegamos, nos tocó coger paraguas de todos modos.

Lo más gracioso de todo, es que fui allí sin mirar ningún tipo de información respecto al templo, sólo sabía que era un templo muy importante, uno de los más antiguos, y el nombre del dulce típico de la zona, que tenía que comprar para Alisson y Noora porque les gusta mucho =P, pero no me molesté en buscarlo por internet, y así me llevé yo la sorpresa del día. En la foto me podéis ver en las escaleras para subir al templo, feliz de la vida xD.

El lugar es precioso, como podéis ver en las fotos: árboles enormes, un parque que más bien parece una selva… Paseamos un rato y cuando llegamos a la zona del templo, me empecé a dar cuenta de que me era tremendamente familiar, y cuando vi ya las dos parcelas paralelas y que en una había obras, caí en la cuenta. ¡Era un templo que habíamos estudiado en la universidad! ¡Jaja! Aparte de ser uno de los más antiguos, es un templo muy famoso también por seguir el ciclo de regeneración 20 años que dicta la religión sintoísta (wabi-sabi): el templo tiene dos parcelas paralelas, mientras durante 20 años una de las dos está abierta (recibiendo visitas y guardando una de las reliquias de la familia real), en la otra se está construyendo un templo nuevo. Una vez pasados los 20 años, se abre al público el otro templo y el templo que había estado abierto se derruye y se reconstruye durante esos próximos 20 años.

Como para olvidarlo… ¡Menuda manera de crear empleo de manera perpetua! ¡Jaja!


Lo mejor de todo, es que vimos el cartel que anuncia cuando se abre el nuevo templo, ¡y resulta que es el año que viene! Así que tocará hacer visita de nuevo antes de marcharme de vuelta a España.

Sobre el lugar en sí, es un parque con varios templos, pero el principal y el más grande es el dedicado a Amaterasu, y es también donde se guarda la reliquia (el espejo sagrado o Yata no Kagami). Evidentemente, como todo templo sintoísta, no se puede pasar más allá de la primera barrera, donde está la zona de lanzar la moneda y pedir el deseo, pero este es un templo muy importante: la gente de a pie no puede entrar, hasta tal punto que incluso los sacerdotes son de familia real (aunque sean miembros muy lejanos xD). Así que no hay mucho que ver, pero no deja de ser muy interesante.


Una vez terminamos de visitar todo el complejo, nos fuimos al pueblo que hay a la salida, y nos dedicamos a recorrer las calles de ambiente y estilo tradicional. Comimos Udon típico de la zona y nos tomamos un mega Kakigori de té verde con Mochis de postre. ¡Delicioso!


Paseando vimos que empezaba un cuenta cuentos, y como no paraba de llover, nos sentamos a escuchar la historia (si, estábamos rodeados de niños, y lo más triste de todo es que hasta el más pequeño entendía más del cuento que yo, ¡y menos mal que era con dibujos! ¡Jajaja!), poco después nos marchamos de vuelta a Nagoya.


La semana empezó bastante fuerte: el mismo lunes nos fuimos unos cuantos a ver la final de la Eurocopa juntos aun bar llamado Shooters. Era a las 4 de la mañana, y el bar estaba lleno de japoneses apoyando en su mayoría a Italia, pero había muy buen ambiente y nos sirvió como última noche de despedida definitiva para David, que se marchaba pocas horas después.

El resto de la semana siguió normal: clases de japonés, tándem con Kotone… Gemma, una chica española con la que voy a clases de japonés me regaló una campanilla de viento, muy típicas aquí para verano, ¡gracias! La tabarra que les he dado a todos los de la residencia con el tintineo, pero nadie se ha quejado al final =P, y a mi me encanta, así lleva colgada en mi balcón desde entonces, ¡jeje!


Ese fin de semana, me fui a Tokio: Ángel se marchaba de vuelta a España y tenía que ir a despedirme si o si, además, ¡teníamos un montón de cosas que queríamos ver juntos todavía!

Lo más gracioso es que coincidió que Rafael también iba, junto con dos chicos indios de su laboratorio que son de la India. No fuimos en el mismo bus y, evidentemente, no dormimos en el mismo sitio (ellos se fueron a hotel y yo me fui al piso de Ángel), pero pasamos la mañana juntos mientras esperábamos a que Tokio abriera las puertas de todos los comercios, exceptuando las cafeterías, claro. Eso de que el bus te abandone en la ciudad más poblada del mundo a las 6 de la mañana y tengas que esperar hasta las 10 para poder hacer algo, es un detalle que no te esperas.

Aproveché la mañana y me fui de compras a… ¡Bershka! Si, sólo hay Bershka en Tokio, de momento, y para mi sorpresa, tiene casi los mismos precios que España. Para rematar, al ser Julio estaba de rebajas, así que me vino perfecto para comprar cuatro cosas que necesitaba para pasar el verano aquí.

Luego me despedí de Rafael y estos y me fui a comer, esperando a que Ángel viniera a buscarme. Visitamos un par de barrios y luego nos fuimos a casa a dejar las cosas en un momento antes de ir a Roppongi que habíamos quedado con Rafael para salir de fiesta juntos.

Fuimos a un bar que tenía entrada gratis y estaba de happy hour hasta las 24:00, pero nos llevamos un susto de muerte cuando pasó la hora: los precios de la happy hour no eran la mitad de los normales, sino un tercio, y para colmo, una norma era que tenías que tener siempre una copa en la mano, con bebida. De hecho, había camareros encargados de pasear por la sala y vigilar que la gente tuviera siempre alguna consumición, y si no la veían te pedían que compraras algo o te marcharas del bar O_O . Ángel y yo no pensábamos quedarnos mucho tiempo, así que no nos afectó demasiado: simplemente cogimos las botellas de cerveza que habíamos tomado antes y las tuvimos en la mano el rato que nos quedaba antes de tener que marcharnos para coger el último tren. Rafael y los chicos se quedaron hasta más tarde, pero cavaron optando por ir al conbini a comprar las bebidas y luego volver a entrar en el bar.


Al día siguiente, domingo, Ángel y yo nos fuimos a Harajuku, que estaba a rebosar de gente, como podéis ver en la foto. Visitamos el templo Meiji y nos fuimos al parque Yoyogi a ver si teníamos suerte y veíamos algún cosplay, que no fue así. Pero pudimos ver otras cosas: mucha gente con ropas curiosas, un grupo de chicas vestidas como sirvientas, con guitarras colgadas al cuello que iban cantando por la calle mientras había un cámara grabándolas mientras andaban, un espectáculo de unos chinos que hacían trucos, contorsionismo y malabares, y, lo mejor de todo, ¡pillamos a los rockabilly en la entrada de Yoyogi de puro casualidad! Yo sabía que se reunían a bailar, había visto vídeos antes, pero no sabía ni dónde, ni cuando ni nada. ¡Qué suerte!

Nos quedamos allí disfrutando del espectáculo y nos marchamos a comer a un indio que encontramos cerca, para ir luego de compras por Harajuku y cercanías. Entramos en un montón de tiendas, entre ellas una condonería, y llegamos a ver incluso el principio de un concierto de chicos que se desgañitaban, pero que de todos modos tenían su pequeña masa de grupis. Por la tarde visitamos otras zonas de Tokio, deambulando un poco a ver que nos encontrábamos =P.

Aprovechamos también para hacernos puricura, que Ángel no se había hecho nunca, y luego nos fuimos a cenar y a ver pasar gente en el cruce de Shibuya. Un día muy completo al final, y eso que la mitad del día fue espontáneo. Lo que tiene no hacer ningún plan…


El lunes nos fuimos a Mitaka, a visitar el museo Ghibli. ¡Qué pasada! No dejan hacer fotos en el interior, asi que os quedais con las ganas hasta poder ir a visitarlo =P, ¡jaja! Una visita 100% recomendada, incluso si no habéis visto ninguna de las películas. Además, con la entrada, tienes acceso a un corto animado de unos 10 minutos, que, evidentemente es en japonés sin subtítulos, pero tampoco hace falta porque la historia se entiende sola.

Después del museo, nos fuimos a comer unas hamburguesas deliciosas, como podéis imaginar sólo con la pinta. La verdad es que el lugar pilla un poco alejado de todo, pero si teneis tiempo, es muy recomendable, ir, ¡qué buenas estaban! Pasamos el resto del día paseando y viendo cosas curiosas, como estas sandías amarillas O_Ohttp://i1071.photobucket.com/albums/u513/Koe88/IMG821.jpg, pero llegó la noche y tocó despedirse: yo tenía el bus de vuelta a Nagoya y Ángel se marchaba al día siguiente a España. ¡Me he quedado sola! =(


El finde siguiente empezó con una cena en Sakae con Michael, Kotone, Aude, Chloé, Noora, Alisson, Viviane, Kei, Yoko (una amiga de Kei), y yo, seguido de una fiesta en una bar llamado JB’s, que tenía DJs que pincharían música rock toda la noche. Al final acabamos yendo un montón de gente, los de siempre más un par más, pero muchos de ellos decidieron marcharse a otro club al final, muy pequeño y con música demasiado alta para su gusto. Yo me quedé.


Al día siguiente, Satomi, Noora y yo, nos marchamos a Kyoto, a ver el Gyon Matsuri. Nos íbamos a perder el día grande, que era el martes, pero mereció la pena. La primera noche nos apuntamos a una “takoyaki party” que se celebraba en el hostal donde nos quedábamos, y acabamos yendo a un Karaoke con unas cuantas chicas que estuvieron en la cena.

El resto de días, visitamos varios templos (Fushimi Inari, Kinkakuji, Ginkakuji, el castillo del Kyoto…), comimos el dulce especial de la zona y un mega parfait de té verde, y por la noche disfrutamos del festival: muchísima gente vestida con yukatas, puestos de comida y de juegos, las carrozas del festival… Acabamos la visita con una tanda de Purikura conmemorativa. ¡Me encanta! El estrés de no entender nada, las prisas para posar, decorar, escoger fondos, colores… ¡Jajaja!



Y con este viajecito a Kyoto me planto, que se hace demasaido largo, pronto (esta vez de verdad xD), ¡la siguiente entrada!