lunes, noviembre 26, 2012

Viaje con Amaia

¡Hola a todos de nuevo!
Voy a empezar con un par de entradas de mega resumen del verano y lo que he hecho hasta ahora, para ponerme ya con entradas algo más interesantes, de curiosidades que he ido acumulando pero al final no he escrito. Esta entrada es del viaje con Amaia y, esta vez si, ¡voy a poner un montón de fotos! Espero que las disfrutéis, ¡jajaja!


Lo dejé a finales de julio, DSCN3127con la llegada de Amaia a Nagoya. Ese fin de semana lo primero que hice fue llevarla de fiesta con Kotone y demás gente a ID, para rememorar nuestros tiempos en Alemania. A ver si así matábamos el yet lag… Aunque no funcionó =P.

El sábado fuimos a una fiesta en la playa organizada por unas discotecas de Nagoya, lo que significa: DJs y gogós sumados a un montón de japoneses y extranjeros de las cercanías. Vamos, la típica fiesta de playa, versión japonesa.
Como podéis ver en las fotos, hubo un puñado de gente, pero aun sí, nos encontramos de pura casualidad con otros españoles que estaban en Mie y que también se habían apuntado a la fiesta.

El domingo nos fuimos al festival de Toyota, que es muy conocido por su hora y media de fuegos artificiales. No nos dio tiempo a ver los puestitos y, además, como suele pasar con todo lo que es famoso (y más aún aquí en Japón), estaba a rebosar de gente, imposible andar, y menos aún si llevas puesto un yukata.
De todos modos, comimos, bebimos, y disfrutamos de los fuegos. Cuando terminaron, nuestro primer impulso fue salir un poco antes del final para llegar al tren, pero a mitad de la escapada, nos dimos cuenta que todo el mundo estaba haciendo eso, y nos paramos a pensar: si estuviéramos en España, ésa hubiera sido la mejor estrategia, pero estando en Japón, lo mejor que podíamos hacer era esperar a que todo el mundo escampara y coger el anteúltimo o el último tren, porque todo el mundo se habría marchado ya.
Así que decidido esto, nos fuimos a un izakaya, a cenar mejor y beber hasta que se nos hizo la hora. Gracias a dios, acertamos, ¡e incluso pudimos sentarnos en el viaje de vuelta!


El lunes empezamos nuestro periplo, durante el cual saltaríamos de couchsurfer en couchsurfer, menos en Osaka, que reservamos hostal para poder salir de fiesta a gusto.

La primera parada fue Kyoto. Preciosa, evidentemente, y para rematar, nuestros anfitriones fueron de lo mejor: una casa de estudiantes muy sociables que a pesar de tener exámenes, nos hicieron hueco y pasaron tiempo con nosotras. EN la foto podeis ver a Andy, que nos acompañó a un par de templos. ¡Gracias!

Desde allí, visitamos también Nara, que no había estado antes. Menudo calor, menudo miedo con las cigarras, y vaya cantidad de templos. Los cervatillos nos dieron un poco de miedo al principio, pero tras un par de acercamientos temerosos, comprobamos que esos animales están más que amansados. Solamente se exaltan si ven/huelen comida, que ahí si que había que estar atentas… ¡Jaja! La foto es de una pagoda en Nara, que un amable señor se ofreció a hacernos.

Después de Kyoto, pasamos a Osaka, donde nos encontramos con Kotone y nos fuimos de fiesta las dos noches que pasamos allí. Conclusión, no hicimos mucho turismo de día, pero nos lo pasamos genial y, después de los 5 días de Kioto, nos vino muy bien. A quien no le vino tan bien fue a Kotone, que se marchó de vuelta a Nagoya con un esguince porque una occidental loca la atropelló con la bici cuando volvíamos al hostal… En las fotos podeis vernos a Amaia y a mi en el puente de Namba, y con un grupo de extranjeros que conocimos en el hostal y con los que nos fuimos de fiesta.



De Osaka, pasamos a Okayama: IMG1051 nos perdimos el festival que se celebraba durante el dia (foto de una de las chicas que bailaron durante el festival) y al final fue una muy breve parada , pero debido a una muy mala experiencia con el anfitrión, nos marchamos de allí como alma que lleva el diablo.

De Okayama pasamos un día entero en tren para llegar finalmente a Hiroshima, agotadas y con los ánimos un poco por los suelos. La anfitriona no fue demasiado sociable, pero pudimos pasar un par de días en su casa, y además de visitar la ciudad, museo de la paz incluido, donde una niña muy simpática nos hizo una entrevista y nos regaló unas grullas de origami que había hecho ella misma (foto), pasamos por Miyajima, visita obligada. A pesar de que pedimos un par de veces que nos hicieran foto con el Tori, no conseguimos que nos hicieran una foto decente, donde se nos viera a las dos y al tori, sin que nosotras lo tapáramos...


De allí, volvimos a pasar nuestras cuantas horas para llegar a Kobe, donde nos alojamos en un piso compartido por amigos, que nos recibieron muy bien y nos hicieron sentir en casa. Tuvimos una experiencia muy graciosa visitando el monte Rokko (Amaia disfrutando de las vistas depués de nuestra experiencia en la selva nipona) y finalmente, nombramos al Lawson (uno de los muchos supermercados 24 horas) como nuestro mejor acompañante durante el viaje.

De Kobe volvimos a Nagoya, donde volvimos a salir de fiesta, pasamos el día descansando y de allí cogimos un bus nocturno a Tokio.


En Tokio coincidimos con Kei y con Noora, y visitamos los esenciales de la ciudad (en la foto podeis vernos a Kei, Amaia y a mi proyectados en el cartel de Takeshita Dori ^_^) , con dos días no podía dar mucho más de sí. Evidentemente, tanto la primera como la segunda noche salimos de fiesta, ¡Roppongi había que visitarlo!



La última noche de Amaia, estuvimos en un karaoke cantando hasta las 5 de la mañana (en la foto veis el lamanecer en Asakusa, con la Tokyo Sky Tree de fondo), y de allí, ella recogió sus cosas, y se marchó al aeropuerto, mientras Noora y yo íbamos a morir al hostal.




El viaje nos dejó destrozadas, medio enfermas, y sin un duro, y eso que recortamos todos los gastos posibles… Pero, ¡mil gracias Amaia por venir! ^_^




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Yo me quedé un día más en Tokyo, con Noora, Kei y una amiga de Kei. Durante el día, decidimos pasar por Akihabara y visitar un Maid café. Fue muy gracioso, y al finak incluso nos dieron unas tarjetas de “Ama” y “Amo”, ¡jaja! No nos dejaban hacer fotos a las sirvientas, eso es sólo cuando has conseguido muchos puntos, así que os dejo un par de fotos de nosotros con las cositas monísimas que nos tomamos.

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Lo dejo aquí, ¡más resumen y fotos para la próxima!

lunes, noviembre 12, 2012

Cómo al final pasan cosas que crees que nunca te van a pasar

Como podéis comprobar por el título, esta entrada va a ser algo diferente de las anteriores, más breve y, lo siento, sin fotos.

Antes de venir a Japón, ya había oído y leído aventurillas, buenas y malas, de otras personas, ya sea de viaje o viviendo en el país. Desde que llegué aquí, he podido vivir muchas de las cosas que tanta ilusión me habían hecho, he comprobado muchos tópicos buenos y, hasta este fin de semana, creía que la gente exageraba con algunos aspectos negativos del país.

Sé de primera mano que no podemos tachar a toda una población de tener una actitud racista y elitista solamente por el comportamiento de unos pocos, pero este sábado, por primera vez en mi vida, he vivido en carnes propias hasta que punto puede haber todavía gente que se niega a aceptar que estamos en el siglo 21 y que las distinciones de raza son algo que ya está pasado de moda.

Nagoya, como ya os he comentado, es una de las ciudades más grandes de Japón. También de las más ricas. Es la capital de la prefectura de Aichi, que es una potencia industrial dentro del país y, por lo tanto, de Asia. Está llena de japoneses locos por las lucir las mejores marcas (hay quien dice que es porque los habitantes de esta zona no son demasiado agraciados por naturaleza, por lo que se obsesionan en engalanarse con las “mejores” prendas), pero también está llena de brasileños, muchos de ellos nikkei (日系), que vienen a trabajar como mano de obra en las fábricas, sobre todo en Toyota. Los nikkei, son descendientes de japoneses que en su día emigraron del país, especialmente a Brasil, donde formaron comunidades y donde, aún hoy en día, nacen muchos niños de sangre 100% japonesa, pero de mentalidad 100% brasileña. Al ser descendientes de japoneses, obtener la visa y venir a trabajar a Japón les es muy sencillo y por lo tanto, muchos de ellos vienen a ganarse la vida sin apenas estudios básicos, ni siquiera conocimientos del idioma japonés. Este tipo de inmigrantes, como ocurre en todo el mundo, suele traer varios problemas: al menos al principio no pueden comunicarse con los locales, por lo que se crean círculos muy fuertes y cerrados, no se adaptan del todo a las costumbres del país e, inevitablemente, hay roces.

Esta es la explicación que se da aquí a la mala fama que tienen los brasileños en la prefectura de Aichi, son un tipo de extranjero que muchos japoneses desearía no conocer, incluso los que están interesados en los occidentales. Una vez sales de aquí, los brasileños pasan a formar parte del grupo de extranjeros normal y corriente. Visto lo visto, comprendo que muchos brasileños que vienen aquí a estudiar prefieran no decir a los japoneses de donde vienen, al menos la primera vez que hablan, porque es una manera muy fácil de acabar una conversación con alguien que parece interesado en ti en un principio.

Esto es un tema, pero otro es el racismo, un poco más general en el país, que sienten hacia lo extranjero. Ya me habían comentado que hay bares, clubs de damas de compañía, onsen y demás lugares donde se veta la entrada a extranjeros, pero nunca había visto uno. En verdad, creía que esos locales serían lugares que arrastran ya sus años, regentados por ancianos con miedo al cambio, por lo que, dentro de lo que cabe, podría ser comprensible. En España te encuentras todavía a mucho anciano que no quiere ni oír hablar de la gente de color en los metros o buses.

Así que yo vivía feliz en mi medianamente racista ciudad, sintiéndome afortunada de que la fama de España no se haya extendido aún hasta Asia.

Este fin de semana, más que ningún otro porque hacía siglos que no salíamos sólo chicas, organicé una noche para nosotras. Contacté con las que quedamos (porque, con el inicio del nuevo cuatrimestre, la gente ha vuelto a sus casas y ha habido varias bajas en las filas femeninas que no se han suplantado: esta vez sólo han venido chicos), y me dediqué a buscar información de un club que habían abierto este mes de Julio, muy cerca de la zona de fiesta.
La entrada era cara, pero no nos venía mal un cambio, así que, al final, tres japonesas y yo quedamos prontito para entrar en la hora en la que el precio no era desorbitado, con nuestros cupones de descuento impresos en mano.
La emoción de estrenar club duró poco. Cuando llegamos a la entrada, los de seguridad se quedaron mirándome, y dijeron que no podíamos entrar. ¿Por qué? Pues sencillamente porque no dejaban entrar a extranjeros. Yo me quedé a cuadros y mis amigas, indignadas.

En la página web, que por cierto está bastante más traducida al inglés que las de muchos clubs donde pueden entrar extranjeros, no ponía nada de ese “pequeño” detalle y el único sitio donde se anunciaba al público, era un cartel A4 impreso en papel y puesto en un atril detrás de los seguratas.
Claro, nos fuimos al club de al lado, pero vamos, me dio que pensar: un club abierto este mismo año, hace un par de meses, no deja entrar a extranjeros. ¿Por qué? Porque no. Sin más explicaciones.


Si nos ponemos a pensar, puede que sea porque no quieren problemas con los brasileños. Ya había oído que algún club, después de varias malas pasadas a manos de brasileños, había vetado la entrada a extranjeros. Club que por cierto, ahora está cerrado. Hasta cierto punto comprensible, también el hecho de que se fuera a pique xD. Pero, ¿vetar la entrada desde el principio? ¿Qué clase de elitismo racial es ése? ¿Qué clase de japonés va a entrar ahí? Desde luego espero que ninguno que tenga algún amigo extranjero, porque le estaría insultando a la cara.

Y además, no creo que eso impida que los nikkei entren: son 100% japoneses, tienen una identificación japonesa y muchos de ellos hablan japonés perfectamente una vez pasado un tiempo aquí. A pesar de todo ello, siguen siendo brasileños.


Y, es más, el hecho de que nunca, nunca, NUNCA me vaya a volver japonesa, significa que nunca, nunca, NUNCA voy a poder entrar en ese tipo de locales elitistas. Ni siquiera si vivo aquí 50 años, ni si me caso con un japonés, ni si tengo un hijo, que por cierto, el pobre no sé yo si lo considerarían “japonés” aunque nazca y muera aquí.

Antes me hacía gracia, pero ahora soy consciente de hasta que punto es grave un dicho que aqui lo piensa todo el mundo:
“Un extranjero es siempre extranjero”

viernes, octubre 12, 2012

Odisea veraniega, parte II

¡Hola de nuevo!
Parece increíble, pero es cierto, ¡actualizo en la misma semana! Aquí os dejo la segunda tanda, que es cortita, para compensar la anterior… =P


Lo dejé en la tercera semana de Julio: ésa misma semana, participé con Noora en una charla que daba la universidad para intercambio académico: fuimos allí, nos presentamos y hablamos un poco de nuestras universidades, y luego respondíamos a preguntas de la gente que estuviera interesada. Fue interesante, aunque no hubo mucho alumno interesado en España, se decantaban más por Australia y por Finlandia, cosa que no me extraña, si pensamos que en ambos países se habla inglés perfectamente (que no significa que los japoneses lo hagan, peor por lo menos, lo han estudiado durante 9 años de su vida), mientras que en España, o aprendes algo de español, o vas mal…

El miércoles fuimos Alisson, Michael, Kotone y yo a cenar juntos a un restaurante genial: un sitio muy pequeño, con un solo trabajador (cocinero + camarero) que había vivido y estudiado en Francia durante años. Tiene una buena variedad de vinos y cervezas de importación, y comida europea para chuparse los dedos.
No fue caro para lo que me esperaba, y nos fuimos de allí encantados, sitio al que volveremos seguro.


El fin de semana empezó un día antes: me fui de excursión con los alumnos extranjeros en un viaje que organiza la sección internacional de la universidad. Fuimos a Hikone, a visitar el castillo y al Solar Arch, pero por desgracia, el tiempo no acompañó demasiado (es lo que tiene la época de lluvias) y el viaje acabó pasado por agua.


Para no variar, al día siguiente también llovió, y, para no variar, Kei y yo decidimos hacer la excursión que habíamos planeado de todos modos. Fuimos a visitar Meiji Mura, que es un museo/poblado con casas de la era Meiji (1868-1912), cuando la influencia occidental se empezó a plasmar también en la arquitectura del país, y está en Inuyama, a una hora más o menos de Nagoya (en la foto podéis ver un puestito de chucherías versión japonesa).
Llevábamos tiempo con la idea de ir, desde que fuimos al museo Toyota y vimos un panfleto donde aparecía la foto de la estrella del poblado: el Hotel Imperial de Tokio de F.L. Wright. Evidentemente, era a mí a quien más ilusión le hacía, y nos pasamos la mayor parte del tiempo en el hotel, que se había reconstruido tan sólo parcialmente y ya es el edificio más grande de todo el poblado. A pesar de todo, el chico tuvo paciencia y una vez me quedé satisfecha de mirar hasta la última esquina, continuamos con el resto de edificios: bancos, iglesias, graneros, cárceles, colegios… Muy interesante.


En la vuelta, a Nagoya, pasamos por un centro de bateo. Lo habíamos visto en la ida, y como nunca había probado, decidimos pararnos e intentarlo.
Los centros de bateo son lugares donde hay un pasillo desde donde accedes a diferentes zonas de bateo, separada solamente por una red. En el pasillo hay varios bates, de diferentes longitudes y pesos, para poder escoger el que mejor se adapte a ti. Una vez escogido el bate, pasas a escoger la zona de bateo, dependiendo de la velocidad de pelota que quieras y que puedes ver en unos carteles colocados en la entrada de cada zona. Una vez pasas la red, hay una maquina donde metes el dinero y el juego empieza: una máquina al otro lado de una pista enorme (cubierta por una red para evitar que las bolas vayan volando demasiado lejos) te lanza la pelota y ahí ya te toca a ti buscarte la vida y tratar de acertar durante las 20 pelotas que te va lanzando. Puedes modificar la altura de la pelota, pero vamos, si nos das ni una, no es por culpa de la maquina, sino tuya xD.

Yo empecé con una zona de bateo para niños: pelotas más grandes y la velocidad de unos 80km/h, pero luego pasamos a una zona de adultos, con velocidades de 90 y 100 km/h. No se me dio tan mal, pero no me atreví a probar las zonas de 120 km/h, eso es para la segunda vez, ¡por lo menos! ¡Jaja!
Evidentemente, a Kei se le dio mucho mejor, pero es de esperar en un país donde todo el mundo juega a béisbol y es el deporte nacional por excelencia =P.


Después del centro de bateo, pasamos por un Don Quijote, una tienda que vende de todo, insisto, de todo, y a precios más bien baratos. Entramos a echar una vistazo y a reírnos de los artículos, y acabamos comprando Ferrero Rocher (¡en pleno verano!), un vino que es lo más parecido a Lambrusco que he encontrado, un boli que se borra y funciona genial… Vamos, que aprovechamos la visita, y después de un día tan largo: nos fuimos a cenar a un Family Restaurant que, aquí en Japón, junto con los Conbini, y las máquinas expendedoras, es algo que lo encuentras en todos lados.


Después de la cena, nos fuimos con Alisson, Chloé, Aude, Kotone y Michael a un club que creíamos tenía fiesta, digamos, gey/lésbica, pero acabó siendo una club normal y corriente, y para colmo, había una especie de evento donde varios grupos de bailarines iban saliendo y entretenían al público con sus bailes.

No era lo que esperábamos, pero estuvo muy bien y nos encontramos allí con Pablo. Resulta que uno de los grupos era al club de baile de la universidad a la que vamos, y él es parte del club, aunque este año ya no baila más, y había ido a verles.
Nos quedamos un buen rato y luego nos fuimos a casa, con unos CDs de remixes que nos dieron con las entradas al club.


Esos mismos CDs nos sirvieron de banda sonora al día siguiente mientras Kei y yo íbamos a una barbacoa que habían organizado sus amigos. Si, yo con todo japoneses, ¡jaja! Ya puedo aprender rápido porque me hace falta…
El tiempo no había escampado, por lo que la amenaza de lluvia nos obligó a trasladar la barbacoa de lugar y acabamos haciéndola en Toyota, cerca del estadio de fútbol (os dejo una foto del estadio).

Tuvimos suerte, y al final no llovió, aunque estuviéramos a cubierto. Pudimos comer tranquilamente, jugar a vóley, visitar el estadio, y tuvimos un percance muy gracioso con otro grupo de gente que estaba haciendo barbacoa en el mismo sitio. Habíamos llevado una sandía, y al llegar al lugar, la pusimos en el río para que estuviera fresquita luego.
El caso, es que los niños del otro grupo la encontraron y la cogieron, llevándola a donde sus padres diciendo que se habían encontrado una sandía en el río. Como es de esperar, los padres nos avisaron y dejaron la sandía otra vez en el mismo sitio. Que pena, ¡con lo contentos que debían de haberse puesto los niños! ¡Jajaja!
Así que cuando fuimos a abrirla, llamaron a los niños para que jugaran con nosotros.

Aquí en Japón tienen la tradición de abrir la sandía con un juego que, si digo que es como romper una piñata, se entiende mejor xD. Vendan los ojos a una persona y le hacen dar vueltas girando alrededor del palo que va a usar. Una vez mareado, se le va indicando como ir hacia la sandía para tratar de abrirla a golpes (evidentemente, las primeras indicaciones son totalmente falsas y la persona acaba golpeando a ciegas el suelo, para divertimento de los que indican).

Al final los niños rompieron la sandía y acabamos compartiéndola un poco con ellos y el padre que vino a acompañarlos.


Con respecto a la sandía, reafirmé mi opinión de que aquí la fruta no está ni la mitad de buena que en España, y mucho menos si pensamos en el precio que tiene. Una sandia de tamaño normal cuesta de media unos 13 euros, increíble. Y luego ves como la destrozan en añicos, teniendo que tirar la mitad de la carne al final porque se ha ensuciado o no quieren comer más O_O, no lo entiendo. Es divertido, vale, pero no sé yo si merece la pena, ¡jaja!


Bueno, ¡con esta anécdota dejo la entrada de hoy, que ya vale, y me pongo con la semana siguiente (llegada de Amaia a Japón y viaje con ella) en la próxima entrada!

lunes, octubre 08, 2012

Odisea veraniega, parte I

¡¡Bueno, bueno, bueno!! ¡Cómo pasa el tiempo O_O ! Y pensar que pretendía quedarme al día antes de que empezara el verano ¡y ahora tengo tres meses para actualizar!
Este retraso tiene una muy buena explicación: he viajado un montón durante estos meses y apenas he tenido tiempo para pararme un rato, y luego he vuelto a empezar la uni aquí, no hablemos ya de escribir nada… Así que nada, voy a hacer un breve resumen para que os hagáis una idea de como me ha ido estos meses ^_^ .

En la entrada anterior lo dejé el último fin de semana de Junio, así que recojo ahí mismo:

El sábado por la mañana (véase muy a la mañana, sobre las 5am xD) tuve una quedada comunal con la gente de valencia por skype, aprovechando que celebraban el cumpleaños de uno de AJ, así que madrugué un poco y les pillé a todos juntos, que hacia tiempo que no hablaba con ellos. ¡Gracias chicosss!


Pocas horas más tarde, quedamos para ir de nuevo a la playa: la última barbacoa de David. Fuimos a la misma playa que la última vez y, a pesar de que creíamos que los chiringuitos estarían ya abiertos, lo único que estaba abierto estaba en proceso de preparación para el verano. Así que nos quedamos con las mismas que la primera vez, pero esta vez había más gente y el lugar privilegiado que nos habíamos agenciado la vez anterior ya estaba ocupado. Por suerte, un lugar de alquiler de carpas ya montadas estaba abierto, así que cogimos el poco dinero que nos quedaba y nos plantamos ahí, al lado de un grupo de brasileños.

El tiempo fue fantástico: hacía calor pero como estaba un poco nublado, no nos pegaba el sol a morir, así que pudimos disfrutar de la barbacoa, y del agua, y de la música, y del espectáculo de los brasileños bailando =P.
Como podeis ver en la foto, fuimos un buen grupo de gente ^_^

Cuando volvimos de la playa, unos cuantos de nosotros (Noora, Viviane, Alisson, Cédric, Kei, Madoka y yo), nos fuimos a un nomikai con los tutores de la residencia donde estoy viviendo. Comimos, bebimos, nos reímos un rato y acabamos volviendo a casa mientras todos huíamos de los abrazos de oso de un Cédric más ebrio de lo normal. ¡Jajaja!


Al día siguiente, quedé con Kei a primera hora y nos fuimos en coche a Ise Jingu (eso de conducir al revés es algo a lo que todavía no me acostumbro: ya no sé a donde hay que mirar para cruzar la calle, y quiera o no, acabo abriendo la puerta del conductor y llevándome un susto al ver el volante siempre, no falla, ¡jaja!). El tiempo era todo lo contrario al día anterior: llovía y estaba muy nublado, pero lo miramos por el lado positivo, y pensamos que seguramente habría menos gente de lo normal, así que decidimos ir de todos modos (a parte de que Kei ya se había venido desde su casa en coche para llevarme allí…) El viaje fue bastante largo al final, y eso que fuimos por autopista, y hubo ratos en que dejaba de llover, pero cuando llegamos, nos tocó coger paraguas de todos modos.

Lo más gracioso de todo, es que fui allí sin mirar ningún tipo de información respecto al templo, sólo sabía que era un templo muy importante, uno de los más antiguos, y el nombre del dulce típico de la zona, que tenía que comprar para Alisson y Noora porque les gusta mucho =P, pero no me molesté en buscarlo por internet, y así me llevé yo la sorpresa del día. En la foto me podéis ver en las escaleras para subir al templo, feliz de la vida xD.

El lugar es precioso, como podéis ver en las fotos: árboles enormes, un parque que más bien parece una selva… Paseamos un rato y cuando llegamos a la zona del templo, me empecé a dar cuenta de que me era tremendamente familiar, y cuando vi ya las dos parcelas paralelas y que en una había obras, caí en la cuenta. ¡Era un templo que habíamos estudiado en la universidad! ¡Jaja! Aparte de ser uno de los más antiguos, es un templo muy famoso también por seguir el ciclo de regeneración 20 años que dicta la religión sintoísta (wabi-sabi): el templo tiene dos parcelas paralelas, mientras durante 20 años una de las dos está abierta (recibiendo visitas y guardando una de las reliquias de la familia real), en la otra se está construyendo un templo nuevo. Una vez pasados los 20 años, se abre al público el otro templo y el templo que había estado abierto se derruye y se reconstruye durante esos próximos 20 años.

Como para olvidarlo… ¡Menuda manera de crear empleo de manera perpetua! ¡Jaja!


Lo mejor de todo, es que vimos el cartel que anuncia cuando se abre el nuevo templo, ¡y resulta que es el año que viene! Así que tocará hacer visita de nuevo antes de marcharme de vuelta a España.

Sobre el lugar en sí, es un parque con varios templos, pero el principal y el más grande es el dedicado a Amaterasu, y es también donde se guarda la reliquia (el espejo sagrado o Yata no Kagami). Evidentemente, como todo templo sintoísta, no se puede pasar más allá de la primera barrera, donde está la zona de lanzar la moneda y pedir el deseo, pero este es un templo muy importante: la gente de a pie no puede entrar, hasta tal punto que incluso los sacerdotes son de familia real (aunque sean miembros muy lejanos xD). Así que no hay mucho que ver, pero no deja de ser muy interesante.


Una vez terminamos de visitar todo el complejo, nos fuimos al pueblo que hay a la salida, y nos dedicamos a recorrer las calles de ambiente y estilo tradicional. Comimos Udon típico de la zona y nos tomamos un mega Kakigori de té verde con Mochis de postre. ¡Delicioso!


Paseando vimos que empezaba un cuenta cuentos, y como no paraba de llover, nos sentamos a escuchar la historia (si, estábamos rodeados de niños, y lo más triste de todo es que hasta el más pequeño entendía más del cuento que yo, ¡y menos mal que era con dibujos! ¡Jajaja!), poco después nos marchamos de vuelta a Nagoya.


La semana empezó bastante fuerte: el mismo lunes nos fuimos unos cuantos a ver la final de la Eurocopa juntos aun bar llamado Shooters. Era a las 4 de la mañana, y el bar estaba lleno de japoneses apoyando en su mayoría a Italia, pero había muy buen ambiente y nos sirvió como última noche de despedida definitiva para David, que se marchaba pocas horas después.

El resto de la semana siguió normal: clases de japonés, tándem con Kotone… Gemma, una chica española con la que voy a clases de japonés me regaló una campanilla de viento, muy típicas aquí para verano, ¡gracias! La tabarra que les he dado a todos los de la residencia con el tintineo, pero nadie se ha quejado al final =P, y a mi me encanta, así lleva colgada en mi balcón desde entonces, ¡jeje!


Ese fin de semana, me fui a Tokio: Ángel se marchaba de vuelta a España y tenía que ir a despedirme si o si, además, ¡teníamos un montón de cosas que queríamos ver juntos todavía!

Lo más gracioso es que coincidió que Rafael también iba, junto con dos chicos indios de su laboratorio que son de la India. No fuimos en el mismo bus y, evidentemente, no dormimos en el mismo sitio (ellos se fueron a hotel y yo me fui al piso de Ángel), pero pasamos la mañana juntos mientras esperábamos a que Tokio abriera las puertas de todos los comercios, exceptuando las cafeterías, claro. Eso de que el bus te abandone en la ciudad más poblada del mundo a las 6 de la mañana y tengas que esperar hasta las 10 para poder hacer algo, es un detalle que no te esperas.

Aproveché la mañana y me fui de compras a… ¡Bershka! Si, sólo hay Bershka en Tokio, de momento, y para mi sorpresa, tiene casi los mismos precios que España. Para rematar, al ser Julio estaba de rebajas, así que me vino perfecto para comprar cuatro cosas que necesitaba para pasar el verano aquí.

Luego me despedí de Rafael y estos y me fui a comer, esperando a que Ángel viniera a buscarme. Visitamos un par de barrios y luego nos fuimos a casa a dejar las cosas en un momento antes de ir a Roppongi que habíamos quedado con Rafael para salir de fiesta juntos.

Fuimos a un bar que tenía entrada gratis y estaba de happy hour hasta las 24:00, pero nos llevamos un susto de muerte cuando pasó la hora: los precios de la happy hour no eran la mitad de los normales, sino un tercio, y para colmo, una norma era que tenías que tener siempre una copa en la mano, con bebida. De hecho, había camareros encargados de pasear por la sala y vigilar que la gente tuviera siempre alguna consumición, y si no la veían te pedían que compraras algo o te marcharas del bar O_O . Ángel y yo no pensábamos quedarnos mucho tiempo, así que no nos afectó demasiado: simplemente cogimos las botellas de cerveza que habíamos tomado antes y las tuvimos en la mano el rato que nos quedaba antes de tener que marcharnos para coger el último tren. Rafael y los chicos se quedaron hasta más tarde, pero cavaron optando por ir al conbini a comprar las bebidas y luego volver a entrar en el bar.


Al día siguiente, domingo, Ángel y yo nos fuimos a Harajuku, que estaba a rebosar de gente, como podéis ver en la foto. Visitamos el templo Meiji y nos fuimos al parque Yoyogi a ver si teníamos suerte y veíamos algún cosplay, que no fue así. Pero pudimos ver otras cosas: mucha gente con ropas curiosas, un grupo de chicas vestidas como sirvientas, con guitarras colgadas al cuello que iban cantando por la calle mientras había un cámara grabándolas mientras andaban, un espectáculo de unos chinos que hacían trucos, contorsionismo y malabares, y, lo mejor de todo, ¡pillamos a los rockabilly en la entrada de Yoyogi de puro casualidad! Yo sabía que se reunían a bailar, había visto vídeos antes, pero no sabía ni dónde, ni cuando ni nada. ¡Qué suerte!

Nos quedamos allí disfrutando del espectáculo y nos marchamos a comer a un indio que encontramos cerca, para ir luego de compras por Harajuku y cercanías. Entramos en un montón de tiendas, entre ellas una condonería, y llegamos a ver incluso el principio de un concierto de chicos que se desgañitaban, pero que de todos modos tenían su pequeña masa de grupis. Por la tarde visitamos otras zonas de Tokio, deambulando un poco a ver que nos encontrábamos =P.

Aprovechamos también para hacernos puricura, que Ángel no se había hecho nunca, y luego nos fuimos a cenar y a ver pasar gente en el cruce de Shibuya. Un día muy completo al final, y eso que la mitad del día fue espontáneo. Lo que tiene no hacer ningún plan…


El lunes nos fuimos a Mitaka, a visitar el museo Ghibli. ¡Qué pasada! No dejan hacer fotos en el interior, asi que os quedais con las ganas hasta poder ir a visitarlo =P, ¡jaja! Una visita 100% recomendada, incluso si no habéis visto ninguna de las películas. Además, con la entrada, tienes acceso a un corto animado de unos 10 minutos, que, evidentemente es en japonés sin subtítulos, pero tampoco hace falta porque la historia se entiende sola.

Después del museo, nos fuimos a comer unas hamburguesas deliciosas, como podéis imaginar sólo con la pinta. La verdad es que el lugar pilla un poco alejado de todo, pero si teneis tiempo, es muy recomendable, ir, ¡qué buenas estaban! Pasamos el resto del día paseando y viendo cosas curiosas, como estas sandías amarillas O_Ohttp://i1071.photobucket.com/albums/u513/Koe88/IMG821.jpg, pero llegó la noche y tocó despedirse: yo tenía el bus de vuelta a Nagoya y Ángel se marchaba al día siguiente a España. ¡Me he quedado sola! =(


El finde siguiente empezó con una cena en Sakae con Michael, Kotone, Aude, Chloé, Noora, Alisson, Viviane, Kei, Yoko (una amiga de Kei), y yo, seguido de una fiesta en una bar llamado JB’s, que tenía DJs que pincharían música rock toda la noche. Al final acabamos yendo un montón de gente, los de siempre más un par más, pero muchos de ellos decidieron marcharse a otro club al final, muy pequeño y con música demasiado alta para su gusto. Yo me quedé.


Al día siguiente, Satomi, Noora y yo, nos marchamos a Kyoto, a ver el Gyon Matsuri. Nos íbamos a perder el día grande, que era el martes, pero mereció la pena. La primera noche nos apuntamos a una “takoyaki party” que se celebraba en el hostal donde nos quedábamos, y acabamos yendo a un Karaoke con unas cuantas chicas que estuvieron en la cena.

El resto de días, visitamos varios templos (Fushimi Inari, Kinkakuji, Ginkakuji, el castillo del Kyoto…), comimos el dulce especial de la zona y un mega parfait de té verde, y por la noche disfrutamos del festival: muchísima gente vestida con yukatas, puestos de comida y de juegos, las carrozas del festival… Acabamos la visita con una tanda de Purikura conmemorativa. ¡Me encanta! El estrés de no entender nada, las prisas para posar, decorar, escoger fondos, colores… ¡Jajaja!



Y con este viajecito a Kyoto me planto, que se hace demasaido largo, pronto (esta vez de verdad xD), ¡la siguiente entrada!

martes, julio 24, 2012

Parque Morikoro, de fiesta por Nagoya, cumpleaños en Japón

¡Seguimos actualizando! ^_^

Lo dejé con el intento de hacer fotos con David de los cosplay en el parque, que no llegamos a hacer nada porque con el mal tiempo no se presentó nadie por alli.
El lunes no me desperté con buen cuerpo, no sé si por la lluvia, por la cantidad de picaduras de mosquitos mutantes que me estaban saliendo (¡que miedo los mosquitos tigre de aquí!), por la cantidad de productos anti mosquitos sin efecto (en mi, para los japoneses son milagrosos) que me echo… Pero de todos modos, hice la limpieza semanal y me fui al laboratorio. Quería ir a la biblioteca principal de la ciudad, asi que cogí la bici y en poco más de media hora luchando con la humedad ambiental, llegué a la biblioteca. Estuve allí el tiempo suficiente para bajarme de la bici, ver el cartel de cerrado, y ver el horario de verano. Vamos 2 minutos. El tiempo suficiente para llevarme de vuelta al laboratorio 2 picaduras más de mosquito. Os dejo una foto de los rochones que me salen y de la torred de Nagoya, que pasé cerca de ella de camino a la biblioteca =) .
El caso que volví al laboratorio y para cuando volví me estaba dando un mal. Recogí las cosas y me fui a casa, a tumbarme un rato a ver si se me pasaba. Dormí casi toda la tarde, y por la noche me desperté y estudié algo de japonés, que hay que mantener las buenas notas en los exámenes semanales de Kanji ;), ¡jaja!

El martes tocaba tándem con Kotone de nuevo, pero llegó el primer tifón a Nagoya, y recomendaban no salir de casa, aparte de que no me sentía del todo bien todavía, así que lo cancelamos y atrasamos para el día siguiente. EL tifón en sí no fue gran cosa, al menos en Nagoya: vientos fuertes, pero vamos, eso también lo he visto en Bilbao, que se nos han caído árboles alguna vez… Pero por lo que me contó Ángel, en Tokyo si que debió de ser bastante fuerte. ¡Tuve suerte! =)

El jueves me fui a cenar con YanYan y Gentan, las chinas del laboratorio, al italiano que está cerca de la uni y al que había ido anteriormente con Mauricio, Aude y Jana. Fue para celebrar mi cumpleaños juntas, y me regalaron un peluche de Hello Kitty negro y rosa que estoy segura que a mi profesora Kayo le encantaría xD. ¡Son unos cielos!
La cena fue deliciosa, lo malo es que son unos platazos de agarrarse, y cenar tanto hidrato de carbono, por más que sean las 7 de la tarde… Así que nada, después de eso me fui a correr: gran error, porque se me revolvieron las tripas y me entraron hasta ganas de vomitar. Un martirio, vamos.

El viernes, como todo fin de semana, nos juntamos los occidentales y nos fuimos a tomar algo, para relajarnos, actualizarnos… Yo me volví pronto a casa, que al día siguiente me iba con Kei a un parque de la ciudad (foto del parque)y al museo Toyota.
El sábado estuvo muy bien: el clima fue bueno y el parque estaba lleno de familias felices, ¡jaja! En principio fuimos a ese parque para visitar la casa donde viven Mei y su hermana, las niñas de la película de “Mi vecino Tororo”, porque hay una replica a escala 1:1 allí. Pero se nos pasó el hecho de que habría cola, y para cuando fuimos allí, no entrábamos en la tanda que nos venía bien, así que nos marchamos al museo Toyota, dejando la casa para otra vez.
El museo tiene dos edificios: uno que tiene una exposición de modelos de coches desde el principio de sus tiempos hasta ahora, de todas las marcas (no había nada seat por ningún lado, proqué será… ¡Jajaja!); y otro donde había una exposición de Japón nada más finalizar la segunda guerra mundial. Se podía ver el bombardeo de cosas americanas que recibieron entonces. Es una pena, pero no nos dio tiempo a ver todo este segundo edificio, pero tenía pinta interesante.

Después del museo, nos fuimos directamente a Sakae, que él había quedado con sus amigos y yo con los míos. Fue un poco caótico: los únicos que llegaron a tiempo fueron sus amigos, y luego es resto fue llegando. En ese lapso de tiempo decidimos ya que podríamos ir a cenar todos juntos, en vez de encontrarnos en la discoteca luego, pero la gente de Tsu que había venido de fiesta a Nagoya ese finde ya había cenado, así que quedé en verme con ellos directamente en ID, la discoteca donde íbamos a salir de fiesta.
Después de despedirnos de ellos, el resto nos fuimos a cenar juntos: Tommi, Satomi, Kotone, Kei, sus amigos (tres chicos más) y yo. Después de la cena, nos reunimos con el resto de occidentales en el bar de siempre, y unos cuantos nos fuimos a ID, mientras que el resto decidió quedarse en el bar e ir luego a otro sitio. Por cierto, ese mismo dia, me encontré esto en el menú del bar al que vamos siempre (foto). Increíble. ¡Con K y TX y todo! ¡Jajaja!
Dentro nos lo pasamos muy bien, como siempre, estaba llena de gente. Al final, echaron a dos de los nuestros, y a los dos por la misma razón: subirse al podio cuando es solo para chicas y hay carteles que lo avisan por todos lados… ¡Jajaja! Pero bueno, tampoco estuvieron tanto tiempo fuera. Cuando cerraron la discoteca, a la 1am, me despedí de la gente de Tsu que quedaba por ahí y el resto nos pasamos por el bar a recoger a la gente y nos fuimos a Second a terminar la noche.

El domingo fue día de chicas absolutamente. Por la mañana quedé con Kotone para ir a comer algo juntas, y por la noche hicimos cena de chicas: Viviane, Noora, Naoko, Kotone y yo nos fuimos al restaurante indio cerca de la uni. Otra vez, delicioso, ¡pero demasiada comida para cenar! Esta vez no se me ocurrió ir a correr después, ya aprendí la lección, ¡jajaja!

El lunes fui con Gentan a comer Mazesoba otra vez, pero el sitio estaba cerrado, así que nos pusimos a buscar otro sitio y acabamos en un sitio de ramen también tipo cuchitril, donde nos sirvieron un platazo enorme de ramen que estaba delicioso. Dios mio lo que voy a engordar este año aquí… Hablamos de muchas cosas y me dijo que había preparado algo de comida china, y que al día siguiente me iba a llevar a la uni para que probara. No sé cómo se llamaba, pero era una especie de bola de arroz con carne dentro (foto), envuelto en una hoja enorme. Lo tenía que hervir durante 10 min y comer. Cuando le quité la hoja era super pegajoso, pero, contra todo pronóstico, ¡estaba buenísimo! Voy a hacer empañadillas para que las pruebe, a ver cuando saco tiempo para practicar, ¡que la masa va a estar difícil! xD

El miércoles David (francés) celebró una fiesta de crepes en su habitación, y hubo la mayor concentración de gente jamás vista en una de estas habitaciones de residencia, ¡jajaja! Evidentemente, las crepes estaban buenísimas, y la velada fue muy entretenida. La pena es que era una especie de cena de despedida, porque se marchaba el día 2 de Julio. ¡Nos quedamos sin cocinero oficial! >_< ¡Jejeje!

El día siguiente, 28 de Junio, fue mi cumpleaños, pero más o menos las cosas siguieron como siempre. Fui al labo, y a clases de japo, pero por la tarde noche, Kei vino después de trabajar y me invitó a cenar. Aunque le dije que no quería regalo de cumpleaños, me regaló una cartera. La verdad es que el tío es muy detallista, porque realmente me hacía falta una… ¡Jaja!

El viernes tocaban las clases de japonés a primera hora y después, me fui con Mya Si, la chica de Myanmar, a comer juntas al parque al lado de la uni, que hacía muy buen tiempo y queríamos celebrar nuestros cumpleaños juntas (el suyo fue el día 27). Os pongo la foto para que nos veáis con nuestro “pastel de cumpleaños”.
Por la noche, salimos todos a tomar algo, que era el último fin de semana de David en Japón y quería darlo todo, aunque esta vez, tampoco me quedé hasta muy tarde, estaba cansada y prefería reservar fuerzas para lo que nos esperaba el sábado.


Lo dejo aqui otra vez, ¡el plan del finde en la próxima entrada! =)