lunes, noviembre 26, 2012

Viaje con Amaia

¡Hola a todos de nuevo!
Voy a empezar con un par de entradas de mega resumen del verano y lo que he hecho hasta ahora, para ponerme ya con entradas algo más interesantes, de curiosidades que he ido acumulando pero al final no he escrito. Esta entrada es del viaje con Amaia y, esta vez si, ¡voy a poner un montón de fotos! Espero que las disfrutéis, ¡jajaja!


Lo dejé a finales de julio, DSCN3127con la llegada de Amaia a Nagoya. Ese fin de semana lo primero que hice fue llevarla de fiesta con Kotone y demás gente a ID, para rememorar nuestros tiempos en Alemania. A ver si así matábamos el yet lag… Aunque no funcionó =P.

El sábado fuimos a una fiesta en la playa organizada por unas discotecas de Nagoya, lo que significa: DJs y gogós sumados a un montón de japoneses y extranjeros de las cercanías. Vamos, la típica fiesta de playa, versión japonesa.
Como podéis ver en las fotos, hubo un puñado de gente, pero aun sí, nos encontramos de pura casualidad con otros españoles que estaban en Mie y que también se habían apuntado a la fiesta.

El domingo nos fuimos al festival de Toyota, que es muy conocido por su hora y media de fuegos artificiales. No nos dio tiempo a ver los puestitos y, además, como suele pasar con todo lo que es famoso (y más aún aquí en Japón), estaba a rebosar de gente, imposible andar, y menos aún si llevas puesto un yukata.
De todos modos, comimos, bebimos, y disfrutamos de los fuegos. Cuando terminaron, nuestro primer impulso fue salir un poco antes del final para llegar al tren, pero a mitad de la escapada, nos dimos cuenta que todo el mundo estaba haciendo eso, y nos paramos a pensar: si estuviéramos en España, ésa hubiera sido la mejor estrategia, pero estando en Japón, lo mejor que podíamos hacer era esperar a que todo el mundo escampara y coger el anteúltimo o el último tren, porque todo el mundo se habría marchado ya.
Así que decidido esto, nos fuimos a un izakaya, a cenar mejor y beber hasta que se nos hizo la hora. Gracias a dios, acertamos, ¡e incluso pudimos sentarnos en el viaje de vuelta!


El lunes empezamos nuestro periplo, durante el cual saltaríamos de couchsurfer en couchsurfer, menos en Osaka, que reservamos hostal para poder salir de fiesta a gusto.

La primera parada fue Kyoto. Preciosa, evidentemente, y para rematar, nuestros anfitriones fueron de lo mejor: una casa de estudiantes muy sociables que a pesar de tener exámenes, nos hicieron hueco y pasaron tiempo con nosotras. EN la foto podeis ver a Andy, que nos acompañó a un par de templos. ¡Gracias!

Desde allí, visitamos también Nara, que no había estado antes. Menudo calor, menudo miedo con las cigarras, y vaya cantidad de templos. Los cervatillos nos dieron un poco de miedo al principio, pero tras un par de acercamientos temerosos, comprobamos que esos animales están más que amansados. Solamente se exaltan si ven/huelen comida, que ahí si que había que estar atentas… ¡Jaja! La foto es de una pagoda en Nara, que un amable señor se ofreció a hacernos.

Después de Kyoto, pasamos a Osaka, donde nos encontramos con Kotone y nos fuimos de fiesta las dos noches que pasamos allí. Conclusión, no hicimos mucho turismo de día, pero nos lo pasamos genial y, después de los 5 días de Kioto, nos vino muy bien. A quien no le vino tan bien fue a Kotone, que se marchó de vuelta a Nagoya con un esguince porque una occidental loca la atropelló con la bici cuando volvíamos al hostal… En las fotos podeis vernos a Amaia y a mi en el puente de Namba, y con un grupo de extranjeros que conocimos en el hostal y con los que nos fuimos de fiesta.



De Osaka, pasamos a Okayama: IMG1051 nos perdimos el festival que se celebraba durante el dia (foto de una de las chicas que bailaron durante el festival) y al final fue una muy breve parada , pero debido a una muy mala experiencia con el anfitrión, nos marchamos de allí como alma que lleva el diablo.

De Okayama pasamos un día entero en tren para llegar finalmente a Hiroshima, agotadas y con los ánimos un poco por los suelos. La anfitriona no fue demasiado sociable, pero pudimos pasar un par de días en su casa, y además de visitar la ciudad, museo de la paz incluido, donde una niña muy simpática nos hizo una entrevista y nos regaló unas grullas de origami que había hecho ella misma (foto), pasamos por Miyajima, visita obligada. A pesar de que pedimos un par de veces que nos hicieran foto con el Tori, no conseguimos que nos hicieran una foto decente, donde se nos viera a las dos y al tori, sin que nosotras lo tapáramos...


De allí, volvimos a pasar nuestras cuantas horas para llegar a Kobe, donde nos alojamos en un piso compartido por amigos, que nos recibieron muy bien y nos hicieron sentir en casa. Tuvimos una experiencia muy graciosa visitando el monte Rokko (Amaia disfrutando de las vistas depués de nuestra experiencia en la selva nipona) y finalmente, nombramos al Lawson (uno de los muchos supermercados 24 horas) como nuestro mejor acompañante durante el viaje.

De Kobe volvimos a Nagoya, donde volvimos a salir de fiesta, pasamos el día descansando y de allí cogimos un bus nocturno a Tokio.


En Tokio coincidimos con Kei y con Noora, y visitamos los esenciales de la ciudad (en la foto podeis vernos a Kei, Amaia y a mi proyectados en el cartel de Takeshita Dori ^_^) , con dos días no podía dar mucho más de sí. Evidentemente, tanto la primera como la segunda noche salimos de fiesta, ¡Roppongi había que visitarlo!



La última noche de Amaia, estuvimos en un karaoke cantando hasta las 5 de la mañana (en la foto veis el lamanecer en Asakusa, con la Tokyo Sky Tree de fondo), y de allí, ella recogió sus cosas, y se marchó al aeropuerto, mientras Noora y yo íbamos a morir al hostal.




El viaje nos dejó destrozadas, medio enfermas, y sin un duro, y eso que recortamos todos los gastos posibles… Pero, ¡mil gracias Amaia por venir! ^_^




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Yo me quedé un día más en Tokyo, con Noora, Kei y una amiga de Kei. Durante el día, decidimos pasar por Akihabara y visitar un Maid café. Fue muy gracioso, y al finak incluso nos dieron unas tarjetas de “Ama” y “Amo”, ¡jaja! No nos dejaban hacer fotos a las sirvientas, eso es sólo cuando has conseguido muchos puntos, así que os dejo un par de fotos de nosotros con las cositas monísimas que nos tomamos.

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Lo dejo aquí, ¡más resumen y fotos para la próxima!

lunes, noviembre 12, 2012

Cómo al final pasan cosas que crees que nunca te van a pasar

Como podéis comprobar por el título, esta entrada va a ser algo diferente de las anteriores, más breve y, lo siento, sin fotos.

Antes de venir a Japón, ya había oído y leído aventurillas, buenas y malas, de otras personas, ya sea de viaje o viviendo en el país. Desde que llegué aquí, he podido vivir muchas de las cosas que tanta ilusión me habían hecho, he comprobado muchos tópicos buenos y, hasta este fin de semana, creía que la gente exageraba con algunos aspectos negativos del país.

Sé de primera mano que no podemos tachar a toda una población de tener una actitud racista y elitista solamente por el comportamiento de unos pocos, pero este sábado, por primera vez en mi vida, he vivido en carnes propias hasta que punto puede haber todavía gente que se niega a aceptar que estamos en el siglo 21 y que las distinciones de raza son algo que ya está pasado de moda.

Nagoya, como ya os he comentado, es una de las ciudades más grandes de Japón. También de las más ricas. Es la capital de la prefectura de Aichi, que es una potencia industrial dentro del país y, por lo tanto, de Asia. Está llena de japoneses locos por las lucir las mejores marcas (hay quien dice que es porque los habitantes de esta zona no son demasiado agraciados por naturaleza, por lo que se obsesionan en engalanarse con las “mejores” prendas), pero también está llena de brasileños, muchos de ellos nikkei (日系), que vienen a trabajar como mano de obra en las fábricas, sobre todo en Toyota. Los nikkei, son descendientes de japoneses que en su día emigraron del país, especialmente a Brasil, donde formaron comunidades y donde, aún hoy en día, nacen muchos niños de sangre 100% japonesa, pero de mentalidad 100% brasileña. Al ser descendientes de japoneses, obtener la visa y venir a trabajar a Japón les es muy sencillo y por lo tanto, muchos de ellos vienen a ganarse la vida sin apenas estudios básicos, ni siquiera conocimientos del idioma japonés. Este tipo de inmigrantes, como ocurre en todo el mundo, suele traer varios problemas: al menos al principio no pueden comunicarse con los locales, por lo que se crean círculos muy fuertes y cerrados, no se adaptan del todo a las costumbres del país e, inevitablemente, hay roces.

Esta es la explicación que se da aquí a la mala fama que tienen los brasileños en la prefectura de Aichi, son un tipo de extranjero que muchos japoneses desearía no conocer, incluso los que están interesados en los occidentales. Una vez sales de aquí, los brasileños pasan a formar parte del grupo de extranjeros normal y corriente. Visto lo visto, comprendo que muchos brasileños que vienen aquí a estudiar prefieran no decir a los japoneses de donde vienen, al menos la primera vez que hablan, porque es una manera muy fácil de acabar una conversación con alguien que parece interesado en ti en un principio.

Esto es un tema, pero otro es el racismo, un poco más general en el país, que sienten hacia lo extranjero. Ya me habían comentado que hay bares, clubs de damas de compañía, onsen y demás lugares donde se veta la entrada a extranjeros, pero nunca había visto uno. En verdad, creía que esos locales serían lugares que arrastran ya sus años, regentados por ancianos con miedo al cambio, por lo que, dentro de lo que cabe, podría ser comprensible. En España te encuentras todavía a mucho anciano que no quiere ni oír hablar de la gente de color en los metros o buses.

Así que yo vivía feliz en mi medianamente racista ciudad, sintiéndome afortunada de que la fama de España no se haya extendido aún hasta Asia.

Este fin de semana, más que ningún otro porque hacía siglos que no salíamos sólo chicas, organicé una noche para nosotras. Contacté con las que quedamos (porque, con el inicio del nuevo cuatrimestre, la gente ha vuelto a sus casas y ha habido varias bajas en las filas femeninas que no se han suplantado: esta vez sólo han venido chicos), y me dediqué a buscar información de un club que habían abierto este mes de Julio, muy cerca de la zona de fiesta.
La entrada era cara, pero no nos venía mal un cambio, así que, al final, tres japonesas y yo quedamos prontito para entrar en la hora en la que el precio no era desorbitado, con nuestros cupones de descuento impresos en mano.
La emoción de estrenar club duró poco. Cuando llegamos a la entrada, los de seguridad se quedaron mirándome, y dijeron que no podíamos entrar. ¿Por qué? Pues sencillamente porque no dejaban entrar a extranjeros. Yo me quedé a cuadros y mis amigas, indignadas.

En la página web, que por cierto está bastante más traducida al inglés que las de muchos clubs donde pueden entrar extranjeros, no ponía nada de ese “pequeño” detalle y el único sitio donde se anunciaba al público, era un cartel A4 impreso en papel y puesto en un atril detrás de los seguratas.
Claro, nos fuimos al club de al lado, pero vamos, me dio que pensar: un club abierto este mismo año, hace un par de meses, no deja entrar a extranjeros. ¿Por qué? Porque no. Sin más explicaciones.


Si nos ponemos a pensar, puede que sea porque no quieren problemas con los brasileños. Ya había oído que algún club, después de varias malas pasadas a manos de brasileños, había vetado la entrada a extranjeros. Club que por cierto, ahora está cerrado. Hasta cierto punto comprensible, también el hecho de que se fuera a pique xD. Pero, ¿vetar la entrada desde el principio? ¿Qué clase de elitismo racial es ése? ¿Qué clase de japonés va a entrar ahí? Desde luego espero que ninguno que tenga algún amigo extranjero, porque le estaría insultando a la cara.

Y además, no creo que eso impida que los nikkei entren: son 100% japoneses, tienen una identificación japonesa y muchos de ellos hablan japonés perfectamente una vez pasado un tiempo aquí. A pesar de todo ello, siguen siendo brasileños.


Y, es más, el hecho de que nunca, nunca, NUNCA me vaya a volver japonesa, significa que nunca, nunca, NUNCA voy a poder entrar en ese tipo de locales elitistas. Ni siquiera si vivo aquí 50 años, ni si me caso con un japonés, ni si tengo un hijo, que por cierto, el pobre no sé yo si lo considerarían “japonés” aunque nazca y muera aquí.

Antes me hacía gracia, pero ahora soy consciente de hasta que punto es grave un dicho que aqui lo piensa todo el mundo:
“Un extranjero es siempre extranjero”