Como podéis comprobar por el título, esta entrada va a ser algo diferente de las anteriores, más breve y, lo siento, sin fotos.
Antes de venir a Japón, ya había oído y leído aventurillas, buenas y malas, de otras personas, ya sea de viaje o viviendo en el país. Desde que llegué aquí, he podido vivir muchas de las cosas que tanta ilusión me habían hecho, he comprobado muchos tópicos buenos y, hasta este fin de semana, creía que la gente exageraba con algunos aspectos negativos del país.
Sé de primera mano que no podemos tachar a toda una población de tener una actitud racista y elitista solamente por el comportamiento de unos pocos, pero este sábado, por primera vez en mi vida, he vivido en carnes propias hasta que punto puede haber todavía gente que se niega a aceptar que estamos en el siglo 21 y que las distinciones de raza son algo que ya está pasado de moda.
Nagoya, como ya os he comentado, es una de las ciudades más grandes de Japón. También de las más ricas. Es la capital de la prefectura de Aichi, que es una potencia industrial dentro del país y, por lo tanto, de Asia. Está llena de japoneses locos por las lucir las mejores marcas (hay quien dice que es porque los habitantes de esta zona no son demasiado agraciados por naturaleza, por lo que se obsesionan en engalanarse con las “mejores” prendas), pero también está llena de brasileños, muchos de ellos nikkei (日系), que vienen a trabajar como mano de obra en las fábricas, sobre todo en Toyota. Los nikkei, son descendientes de japoneses que en su día emigraron del país, especialmente a Brasil, donde formaron comunidades y donde, aún hoy en día, nacen muchos niños de sangre 100% japonesa, pero de mentalidad 100% brasileña. Al ser descendientes de japoneses, obtener la visa y venir a trabajar a Japón les es muy sencillo y por lo tanto, muchos de ellos vienen a ganarse la vida sin apenas estudios básicos, ni siquiera conocimientos del idioma japonés. Este tipo de inmigrantes, como ocurre en todo el mundo, suele traer varios problemas: al menos al principio no pueden comunicarse con los locales, por lo que se crean círculos muy fuertes y cerrados, no se adaptan del todo a las costumbres del país e, inevitablemente, hay roces.
Esta es la explicación que se da aquí a la mala fama que tienen los brasileños en la prefectura de Aichi, son un tipo de extranjero que muchos japoneses desearía no conocer, incluso los que están interesados en los occidentales. Una vez sales de aquí, los brasileños pasan a formar parte del grupo de extranjeros normal y corriente. Visto lo visto, comprendo que muchos brasileños que vienen aquí a estudiar prefieran no decir a los japoneses de donde vienen, al menos la primera vez que hablan, porque es una manera muy fácil de acabar una conversación con alguien que parece interesado en ti en un principio.
Esto es un tema, pero otro es el racismo, un poco más general en el país, que sienten hacia lo extranjero. Ya me habían comentado que hay bares, clubs de damas de compañía, onsen y demás lugares donde se veta la entrada a extranjeros, pero nunca había visto uno. En verdad, creía que esos locales serían lugares que arrastran ya sus años, regentados por ancianos con miedo al cambio, por lo que, dentro de lo que cabe, podría ser comprensible. En España te encuentras todavía a mucho anciano que no quiere ni oír hablar de la gente de color en los metros o buses.
Así que yo vivía feliz en mi medianamente racista ciudad, sintiéndome afortunada de que la fama de España no se haya extendido aún hasta Asia.
Este fin de semana, más que ningún otro porque hacía siglos que no salíamos sólo chicas, organicé una noche para nosotras. Contacté con las que quedamos (porque, con el inicio del nuevo cuatrimestre, la gente ha vuelto a sus casas y ha habido varias bajas en las filas femeninas que no se han suplantado: esta vez sólo han venido chicos), y me dediqué a buscar información de un club que habían abierto este mes de Julio, muy cerca de la zona de fiesta.
La entrada era cara, pero no nos venía mal un cambio, así que, al final, tres japonesas y yo quedamos prontito para entrar en la hora en la que el precio no era desorbitado, con nuestros cupones de descuento impresos en mano.
La emoción de estrenar club duró poco. Cuando llegamos a la entrada, los de seguridad se quedaron mirándome, y dijeron que no podíamos entrar. ¿Por qué? Pues sencillamente porque no dejaban entrar a extranjeros. Yo me quedé a cuadros y mis amigas, indignadas.
En la página web, que por cierto está bastante más traducida al inglés que las de muchos clubs donde pueden entrar extranjeros, no ponía nada de ese “pequeño” detalle y el único sitio donde se anunciaba al público, era un cartel A4 impreso en papel y puesto en un atril detrás de los seguratas.
Claro, nos fuimos al club de al lado, pero vamos, me dio que pensar: un club abierto este mismo año, hace un par de meses, no deja entrar a extranjeros. ¿Por qué? Porque no. Sin más explicaciones.
Si nos ponemos a pensar, puede que sea porque no quieren problemas con los brasileños. Ya había oído que algún club, después de varias malas pasadas a manos de brasileños, había vetado la entrada a extranjeros. Club que por cierto, ahora está cerrado. Hasta cierto punto comprensible, también el hecho de que se fuera a pique xD. Pero, ¿vetar la entrada desde el principio? ¿Qué clase de elitismo racial es ése? ¿Qué clase de japonés va a entrar ahí? Desde luego espero que ninguno que tenga algún amigo extranjero, porque le estaría insultando a la cara.
Y además, no creo que eso impida que los nikkei entren: son 100% japoneses, tienen una identificación japonesa y muchos de ellos hablan japonés perfectamente una vez pasado un tiempo aquí. A pesar de todo ello, siguen siendo brasileños.
Y, es más, el hecho de que nunca, nunca, NUNCA me vaya a volver japonesa, significa que nunca, nunca, NUNCA voy a poder entrar en ese tipo de locales elitistas. Ni siquiera si vivo aquí 50 años, ni si me caso con un japonés, ni si tengo un hijo, que por cierto, el pobre no sé yo si lo considerarían “japonés” aunque nazca y muera aquí.
Antes me hacía gracia, pero ahora soy consciente de hasta que punto es grave un dicho que aqui lo piensa todo el mundo:
“Un extranjero es siempre extranjero”
Esto es horrible, prohibir la entrada a los extranjeros? me recuerda a la época nazi, con los judíos... que triste :(
ResponderEliminarNo es que quiera hacer una montaña de un grano de arena, pero realmente, no se puede empezar con estas tonterías a estas alturas de la historia, en nigún sitio U_U
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