domingo, abril 29, 2012

Primer mes en Nagoya


Después de más de diez días de descanso, vuelvo a empezar a contaros un poco qué tal la vida en una ciudad fija. Supongo que me toca resumir muy mucho este mes que he estado viviendo en Nagoya, así que espero que no se me olviden demasiadas cosas =P .

La entrada anterior la dejé colgando en el hanami, así que lo retomo ahí mismo. Lo que en principio es una preciosa ceremonia de observación de las flores de cerezo en pleno esplendor, pasa a ser en verdad una reunión social entre compañeros de clase, de universidad, de trabajo o simplemente amigos que se dedican a comer y beber durante toda un día, sentados a los pies de árboles de cerezo. Una vez aclarado este, cabe decir que a mi personalmente, me encantó. Los árboles, que podías levantar la vista y mirarlos de vez en cuando, estaban preciosos, y no me puedo quejar para nada con mis compañeros de laboratorio de este año. En verdad había mucha más gente de la que me esperaba, pero muchos de ellos se mojaron a venir a hablar conmigo, evidentemente, en inglés, porque mi japonés de momento deja bastante que desear a la hora de hablar (en la foto salen unos pocos de mi laboratorio, de izquierda a derecha, los sentados: Mariko-san, Mika-san, Ishihara-san, no me acuerdo U_U, Deyashiki-san).
Ésa misma tarde también conocí en persona a mi tutor, Kitagawa sensei, que celebraba el hanami con los alumnos y, como ya me imaginaba por los emails que habíamos intercambiado durante el curso, es una persona muy abierta y joven. Me alegro muchísimo de haber hecho caso a Ángel y haberles traído unos bizcochos de Nagasaki, porque aquí es una formalidad muy importante eso de traer un suvenir siempre que te vayas a algún sitio, y creo que quedé bastante bien xD.

Los siguientes días fueron un poco caóticos: instalarme, comprar las cosas para llenar mi habitación (en la foto os enseño todo lo que me compré en una tienda de 100 yenes que hay en todos lados por aquí, lo más caro de todo fueron las zapatillas que fueron 200 yenes… ¡Jajaja!), ir al laboratorio (que es como llaman al aula donde están instalados las 24 horas del día, viven ahí, es increíble), empezar papeleos para la tarjeta de alien (si, a la tarjeta para extranjeros la llaman “alien card”, muy gracioso) y de estudiante… 

La verdad es que tuve bastante suerte, porque uno de los primeros días fui a hablar con mi tutor, justo coincidí con una japonesa que iba a hacerle una entrevista a otro chico occidental, y me dijeron a ver si la quería hacer yo también. Como no tenía prisa y les había fallado otra chica, me quedé a hacerla.
Resulta que el chico es brasileño y lleva aquí dos años ya, estudiando un master. A la salida de la entrevista hablamos un poco y me invitó a ir al cumpleaños de un profesor brasileño que hay en a uni, y al cual iban a asistir bastantes occidentales. Así que intercambiamos números y me fui directa al laboratorio, donde me acaban de incluir en un grupo para un concurso que están preparando. 
Me alegro de tener algo que hacer que no sea sólo el PFC, así que, aunque tengamos reuniones un día si y un día no, aunque que se pasen 3 horas dando vueltas a cosas y al final no saquen demasiadas conclusiones, aunque evidentemente hablen en japonés y yo sólo capte un cuarto de todo lo que dicen, estoy muy contenta de poder ver cómo trabajan aquí. Por si no ha quedado claro, es completamente diferente a como trabajamos en España. Por no decir que se pasan la vida dentro de la universidad: comen, duermen, leen, ven pelis, hablan, y de vez en cuando, trabajan. Todavía me tengo que acostumbrar a eso, pero de todos modos, no me quejo, porque es un laboratorio muy sociable y la gente es muy simpática. (En la foto veis una exposición en la que trabajaron unos chicos de mi laboratorio, experimentandoc on pompas de jabón, colores y olores. A pesar de unos pequeños problemas técnicos con las máquinas que ellos mismos habían montado, la gente se lo pasaba muy bien jugando con las pompas, yo inclusive xD)

El hecho de que la gente del laboratorio se porte tan bien conmigo y que, parece ser que el examen para ver el nivel de japonés que tengo, que era tipo test, creo que lo hice demasiado bien y me he saltado un montón de lecciones, hace que, entre las clases de japonés, mis mañanas estudiando por mi cuenta para mejorar lo antes posible y las tardes escuchando japonés en el laboratorio hacen que vuelva a casa con la cabeza hecha un bombo y agotada. Pero como ellos dicen: がんばります!En la foto podéis ver a Mya Si, una chica de Myanmar con la que hablo un montón y voy con ella a clases de conversación.

Volviendo al aspecto social: al final, por eso de las reuniones de productividad muy baja para el concurso, no pude ir al cumpleaños del profesor brasileño.De todos modos, esa misma semana me uní a un hanami espontáneo que hicieron los occidentales y, teniendo en cuenta que se nos unieron hasta japoneses y la situación era bastante surrealista, me lo pasé genial. Os dejo una foto del parque al lado de mi uni un par de dias después de hacer el hanami con los de mi uni. Estaba precioso.

El fin de semana siguiente también fue bastante ajetreado: el sábado me fui a Tsu, un pueblo a una hora de Nagoya, donde están ahora mismo Migue, un chico que conocí en valencia poco antes de que se viniera él a Japón, y otros dos españoles más que, como yo, acaban de llegar al país.
El plan para el sábado en principio era ir con Migue y María, una amiga de Migue que está ahora mismo en Shanghái y que se ha venido unos días a viajar por Japón, a visitar unos de los templos más antiguos que hay por la zona, pero tras tres horas de esperas y de bajarme en paradas equivocadas (os dejo un par de fotos del pueblo alejado de la mano de dios donde me quedé estancada 45 minutos y donde no había ni siquiera un konbini, que eso es muy grave en Japón, y donde los 4 pueblerinos que me vieron me saludaron muy amablemente), decidí que podía ir en otra ocasión y que yo me iba a directa a Tsu.
Allí me recogieron los otros dos españoles, Sergio y Santi, que los saqué de sus habitaciones, y que me llevaron a comer y pasaron el día conmigo. ¡Mil gracias! Preparamos la fiesta durante la tarde y por la noche nos juntamos gente de todas las nacionalidades en la cocina de la residencia de los chicos. Chinos, coreanos, alemanes, japoneses… Conocí a mucha gente simpática, me aceptaron como invitada ocasional a las excursiones del club de montaña de la universidad de Tsu y luego nos fuimos de fiesta a un bar más bien internacional, donde me pasé casi toda la noche hablando. Después nos volvimos a la residencia, pero no me pude resistir a la tentación de ir a la playa que está a tres minutos de la residencia de Migue, así que cogimos algo de comer y un par de cervezas y nos fuimos a ver amanecer. 

Al día siguiente me desperté relativamente pronto y cogí el tren hacia Nagoya, porque Daniel, el chico brasileño,me había comentado que los occidentales se iban a ir a hacer un hanami a un lugar cercano y quería unirme a ellos. El caso es que les tuve esperándome casi dos horas, ¡dios mio! Yo creía que estaba cerca, y les dije que fueran yendo y que les pillaba en el camino, pero resulta que no era tan cerca, y que era un poco complicado llegar, así que me estuvieron esperando… Me sentí un poco mal, pero cuando llegamos al lugar estuve enormemente agradecida. Precioso. En la falda de una montaña, un parque llenos de cerezos y luego cerca estaba una de las cascadas más bonitas de Japón. Me encantó.
Evidentemente, ahí conocí ya a casi todos los occidentales y a sus respectivas novias/esposas. Fue un día muy agradable y la compañía no dejó nada que desear, me fui a casa más que contenta de haber venido a Japón. En la foto salen casi todos losq ue estuvimos alli, pero por desgracia, está borrosa.

El fin de semana pasado, se suponía que me iba a unir a una excursión con los del club de montaña de Tsu, pero como las previsiones de tiempo daban lluvia, se acabó cancelando y el plan cambió a que ellos iban a venir a Nagoya a comprar material de montaña. Por cierto, nos encontramos a Kobi en una de las tiendas xD. Al final acabamos dos chicos del club de montaña, un chico que en principio en septiembre va a España (si, ¡os mando a uno que estudia arquitectura! xD), Kotone, Migue y yo cenando y tomando algunas cervezas hasta apurar el ultimo tren hacia Tsu, que es el que cogieron los japoneses. Luego Kotone, Migue y yo nos fuimos a la zona de fiesta de Nagoya, donde estuvimos en un bar que se llama Hub y que, evidentemente, es para extranjeros, como casi toda la fiesta en Japón. Como lo cerraban a las 3, luego nos fuimos a hacer fiesta japonesa: karaoke hasta las 6 de la mañana, que es cuando pasan los primeros metros.

Al día siguiente hice un poco de turismo con Migue. Visitamos un templo bastante grande que aún no había visto y comimos por ahí en un restaurante minúsculo con una señora japonesa bastante habladora a pesar de la barrera del idioma xD.

Aparte, esos días entre semana, cuando el laboratorio me dejaba algo de tiempo, estuve visitando la ciudad: calles, templos, tiendas… Se supone que por fin esta semana he terminado todo el papeleo. Ya tengo mi carné de estudiante, el de alien, he pagado el seguro de salud… Sólo me queda ponerme en serio con los clubes de la uni, que todavía tengo que insistir un poco con el de aikido, aunque el laboratorio y las clases de japonés no sé si me van a dejar demasiado tiempo para nada más... 

Por cierto, no lo he dicho, pero aquí está todo por las nubes: una manzana 2 euros, 4 kilos de arroz 13 euros, una sandia 30 euros, zapatos de plástico que no bajan de los 60 euros, por no hablar de los de piel. Pero bueno, nos dedicaremos a tomar vitaminas y tofu xD. 

Y sobre Nagoya en sí, la ciudad en sí no es demasiado famosa, comparada con Tokyo u Osaka, ni tampoco demasiado bonita, si la comparas con Kyoto, pero a mi me encanta. He encontrado muchos lugares preciosos, la gente con la que me cruzo es muy simpática y tiene en cada esquina el encanto japonés que puedes percibir en toda película, dorama, manga japonés. Es lo bastante grande e internacional como para tener vida nocturna y lo bastante poco conocida como para que no te cruces con un extranjero en cada calle que paseas. Cada día veo algo que hace que me dé cuenta de que estoy en Japón y que me vaya felicísima a dormir, aunque esté agotada. 
Os dejo una foto del parque esta semana, que me fui a pasear por el un dia de lluvia. 

¡Este finde y lo que haga durante la Golden Week, que es esta semana, os lo cuento en la próxima entrada!
o.@(--)@~~~オヤスミナサイ


P.D: Ya sé que tengo que mejorar el tema de las fotos dentro del blog, pero poco a poco. A ver si le dedico un poco más de tiempo ahora que las entradas son más cortas y puedo dejarlo un poco más decente =P.

jueves, abril 19, 2012

Viaje de bienvenida III


¡¡Hola otra vez a todos!!
Cada vez se me están acumulando más cosas que contaros, así que voy a terminar rapidito con el viaje y en la próxima entrada ya os contaré las mil y una maravillas que me estoy encontrando aquí ^^ .

En la entrada anterior dejé el viaje en Shimonoseki. Esta ciudad es la última que hay en la isla central de Honshu y la que, evidentemente, comunica con la siguiente isla, Kyûshû. En principio, este es una ciudad importante históricamente, por lo del Tratado de Shimonoseki, que puso fin a la primera guerra sino-japonesa. Llegamos allí bastante tarde y, esta vez, el hotel estaba más lejos de lo que pensábamos, básicamente porque había un hotel con un nombre muy parecido y nos equivocamos al mirar la dirección. A pesar de todo, no fue complicado encontrarlo, y acabamos llegando a la zona del hotel, que no tenía mala pinta y daba a una calle principal, pero la calle de detrás del edificio estaba llena de bares, host clubs (de los cuales ya os he hablado) y soaplands (versión femenina de los host clubs, aunque esto si que se acerca más al concepto de prostíbulo). Contrastes increíbles. 

Esa misma noche intentamos ir a la lonja del pescado, que era la principal atracción que habíamos planeado en el lugar. Resultó estar más alejado de lo pensado y se nos estaba haciendo tarde y la única opción que veíamos para ir, era en bus. Como no sabíamos ni cual era el que teníamos que coger, ni donde paraba, ni tampoco si tendríamos buses para volver, fuimos por decimosexta vez a la estación a cenar algo. 

A la mañana siguiente nos despertamos pronto, desayunamos en el hotel y nos marchamos directos a la lonja del pescado, esta vez con las indicaciones bien preguntadas en la recepción del hotel. Llegamos allí y nos dimos una vuelta por los puestos, hablamos con un dependiente muy simpático que se lanzó a hablar con nosotros en ingurisu (inglés ajaponesado xD), probamos algunas cosas que nos ofrecieron en algún puesto. Como todavía era bastante pronto, nos subimos a la cubierta del edificio, que resultó una sorpresa más que agradable: ¡una cubierta ajardina cuya inclinación estaba orientada al solecito! Así que, como es de esperar, no nos lo pensamos dos veces y, después de que Ángel hiciera un par de fotos, nos tumbamos ahí a descansar y tostarnos un poco al sol, mientras unos cuantos japoneses pasaban cerca, pisando la hierba lo mínimo posible, y nos miraban como si estuviéramos locos. Ya sabéis, era una de esas cosas que sólo harían los occidentales. 

Luego bajamos al restaurante de sushi que estaba más que recomendado y para nuestra sorpresa, ¡se había llenado! Había un montón de gente esperando fuera, así que nos apuntamos a la lista, y nos fuimos a dar otra vuelta más por el mercado, que teníamos tiempo para rato.
Cuando nos tocó el turno, nos sentaron en la barra (otra vez un restaurante con cinta transportadora, los adoro xDD) y ahí comimos a gusto, pero vigilando un poco lo que cogíamos, porque estaría muy bueno, pero también era bastante caro. Uno de los platos típicos del lugar es el pez globo, así que no desaprovechamos la oportunidad para probarlo. Como podéis comprobar, seguimos vivos =P. Y una cosa que no nos esperábamos que hubiera, pero que tampoco pudimos evitar probarlo, era ballena (en la foto). La verdad, ninguna de las dos cosas me parecieron manjares de los cielos, así que creo que a partir de ahora me conformaré con peces normales, que también están muy buenos. 

De Shimonoseki cogimos un tren hacia Fukuoka, atravesando de una isla a otra. En principio pensábamos llegar bastante pronto a la siguiente ciudad, pero cuando estábamos a mitad de camino nos tropezamos con un par de montañas rusas (foto). No teníamos mucho tiempo para pensarlo, pero tampoco teníamos ninguna prisa, así que en el minuto que tardó el tren en llegar a la estación, Ángel y yo recogimos las cosas y nos bajamos del tren dando botes.
Había leído algo del Space World, que es como se llamaba el parque de atracciones, pero no tenía muy buena pinta por lo que contaban. La realidad fue bastante mejor. Llegamos un poco entrada la tarde, y el parque estaría abierto unas 3 o 4 horas más, lo suficiente para que nos pudiéramos montar en las montañas rusas más grandes y puede que en alguna cosa más. 

La verdad es que yo no estaba tan segura de querer montarme en la primera que vimos, pero al final esa resultó ser la más suave de las tres que había, así que por descarte, me acabé montando. Como podréis comprobar si veis el video, se perdía mucho tiempo antes de salir cada “tren” porque explicaban muy exhaustivamente todo, así que las colas eran interminables. Al final no nos dio tiempo a montarnos en todo, así que nos decidimos por probar sólo las montañas rusas. Con la segunda menos impresionante también me atreví, pero ya con la última si que no pude, así que mientras Ángel se montaba en ésa, yo me fui a una de agua. La fila que había para la de agua era larguísima, y si eso llega a ser España, no me hubiera preocupado, pero al de un rato de estar en la cola, me di cuenta de que aquí no rellenaban las canoas hasta que ya no cupiera más gente, si ibas solo, ¡te montabas tú sólo en la canoa y ya está! Por algo iba eso tan lento… Bueno, ya llevaba un rato esperando, y ni por el forro me iba a montar en la otra montaña rusa, así que me resigné a subirme sola y me puse a observar a los de mi alrededor, cosa que hasta el momento había hecho junto con Ángel y habíamos podido reírnos un rato de cómo nos miraban, pero al estar sola era más evidente sus miradas. Aunque también más gracioso: se arrejuntaban en sus grupillos y de vez en cuando se oía que decían alguna palabra en inglés, a ver si yo reaccionaba y, como no, no podía evitar sonreír. 
El caso es que, a mitad de la cola, el grupillo que estaba delante mio hizo una piña enorme y se pusieron a consultar algo en común, para que, al final, acabara saliendo del montón de chicos la única chica y se acercara tímidamente a mi.
Fueron fenomenales: me dijeron (a través de ella, evidentemente) que a ver si quería montarme con ellos en la atracción, porque tenían un hueco libre. Como es de esperar, yo acepté sin pensarlo y ya a partir de entonces me puse a hablar con la chica durante todo el resto de la espera. Resulta que eran el equipo de fútbol de su instituto, con la mánager, que, como era su último verano juntos porque ahora en abril empezaban la universidad, se habían ido unos días de vacaciones. Hablé un montón con la chica, y los chicos estaban siempre cerca, escuchando, pero no se atrevieron a hablar hasta casi el final, fue muy gracioso. El caso es que al final me subí con ellos, grité con ellos, y cuando salimos, nos despedimos y me fui a buscar a Ángel, que se había vuelto a montar en la montaña rusa mortal. Os dejo el vídeo para que os hagáis una idea de lo que era, absolutamente vertical, al subir y al bajar. Y si, ya sé que no soy muy buena cámara.

De allí ya llegamos a Fukuoka, completamente exhaustos, pero muy contentos con el día al final. Cuando llegamos al hotel, nos fuimos directos a cenar, que recomendaban mucho el ramen de la ciudad, así que por nada del mundo nos lo íbamos a perder. Al final, dando un par de vueltas, y siguiendo las instrucciones exactas de internet, llegamos a una tienda de ramen que resulta que era una cadena muy típica de Sapporo, y como a Ángel le gustaba, tampoco nos importó probar ese, que lo habían recomendado. La verdad e que estaba delicioso, y nos pusimos las botas, así que decidimos ir al centro andando para quemar un poco todo lo que habíamos comido.
Aquí nos pasó una cosa rarísima: creíamos que íbamos al centro, ¡pero acabamos en la terminal internacional del aeropuerto! Por increíble que parezca, y aunque en todo momento supiéramos dónde estábamos, ¡nos habíamos perdido! No fue hasta que volvimos a casa y miramos bien qué es lo que había pasado que comprendimos nuestro error: habíamos partido mal del hostal. Pero lo que más nos había preocupado, es que siguiendo las mismas instrucciones que ponía internet, pero en otra dirección, ¡habíamos llegado a una tienda de ramen! ¡Por eso estábamos tan convencidos de que sabíamos dónde estábamos! La conclusión es que no probamos el ramen típico de Fukuoka, pero el que tomamos también estaba buenísimo. 

Al día siguiente nos fuimos al centro de la ciudad, comimos un poco por el centro, haciendo un par de fotos y ya ignorando u poco más las cosas, que todo el viaje empezaba a pesar. Fuimos a un parque y de allí nos marchamos a la torre de Fukuoka, que al final resultó bastante decepcionante. La ciudad me gustó mucho más verla a pie de calle que desde las alturas: me pareció que la torre no estaba bien posicionada y que lo que llegabas a ver desde la esta no era nada especial, más bien lo contrario. Además, yendo hacia allí, perdí la libreta donde tenía todos mis apuntes del viaje, los sellos que había hecho en todos los sitios, y un poco de información de proyectos… Mea culpa, me despisté. Pero Ángel tuvo la gran idea de tomarnos algo en el bar de la torre, y ya se sabe que “con un poco de azúcar…”
Cómo no, como todas las torres de Japón, tenía que tener su observatorio para enamorados. Horrible. Dejo la foto y no digo más. 

De Fukuoka ya salimos a nuestro último destino: Nagasaki. Otra vez, para no cambiar la rutina ya a esas alturas, tuvimos problemas al encontrar el hostal, pero al final preguntando un par de veces llegamos. El hostal es de los que más me gustó, estilo japonés, como podéis ver en la foto. 

Esta vez el plato típico del lugar era uno que venía de la cocina china, el champon, pero vistos los platos ejemplo que hay en todos los restaurantes, más que entrarnos hambre, se nos revolvían las tripas, así que decidimos pasar por esta vez. Acabamos cenando en un indio en la estación central, sobre todo porque las alternativas eran italianos, americanos más que caros, y ramen otra vez. A pesar de todo, no estuvo nada mal.

A la mañana siguiente tocaba día duro: parque de la paz de Nagasaki, con visita al museo. Los cerezos estaban en flor y la verdad, estaba precioso. El museo, a pesar de estar la gran mayoría de la información en japonés, fue muy interesante y he aprendido bastantes cosas sobre las bombas nucleares y energía nuclear que antes no sabía. Llegamos a la conclusión de que Hiroshima se había reinventado mejor después de la bomba que Nagasaki, pero de todos modos, es increíble. 

De allí fuimos a comprar un par de recuerdos para Kotone y para los de mi laboratorio, que aquí cuando se va uno de viaje, no puede volver con las manos vacías. En este caso eran unos bizcochos que son muy muy famosos llamados Castella. Cuando llegué de vuelta a Nagoya vi que también pos podía comprar aquí, pero el paseo hasta la tienda y el ambientillo del barrio mereció la pena. Comimos un curry de vuelta  a la estación central y antes de coger el bus al aeropuerto pasamos por una tienda enorme de libros y música de segunda mano. Mangas por 1 euro, como nuevos. En ése momento decidí que tenía que localizar una tienda de libros de segunda manos en Nagoya lo antes posible, cosa que ya he hecho ^^. 

El viaje al aeropuerto y demás es como siempre, aunque nos pasamos un montón de tiempo esperando en la estación, enredando con el manga que se había comprado Ángel, la DS y el internet del aeropuerto.
Se supone que a la vuelta me iba a marchar con Ángel a Tokyo un par de días, a ver ya de paso a Adri que vino de visita con la madre de Ángel y demás compañía. Pero estaba agotada, el viaje me había dejado molida, y el último tren de camino a Nagoya me había matado, así que al día siguiente le acompañé al shinkansen y me fui de vuelta a descansar, que estaba medio enferma.

Hasta aquí el viaje, ¡uf! ¡Espero que os haya entretenido y que ahora tengáis muchas más ganas de venir a visitarme! ¡Jejeje! Para más fotos y demás, dirigíos a Facebook, o preguntadme a ver si tengo alguna, que hicimos montones. 

Los siguientes días fueron un poco caóticos. Creía que podría entrar en mi residencia el día 1, pero resultó que además de ser domingo, era un día festivo y estaba cerrada, así que me toco buscarme hostal para una noche más. Lo bueno de haber ido a la uni ese día es que conocí a unos cuantos del laboratorio donde voy a pasar mi vida este año. No es que les conociera exactamente pero Mayu, mi mentora, me presentó a ellos y tuve que chapurrear algunas palabras en público. ¡Menuda vergüenza! Sobre todo porque dije una frase, y además mal dicha, pero bueno, todo se mejora… ¡Jaja! Fueron muy considerados, me aplaudieron y ya me ofrecieron que fuera al día siguiente al Hanami que celebraban, como ya os adelanté en la otra entrada. 

Dejo el hanami y el resto para la siguiente entrada. No creo que escriba por lo menos hasta el domingo, ya lo siento, pero el finde tengo planes con Kotone, que no la veo desde la semana pasada y ya va siendo hora. ¡Cuidaos mucho!

おやすみ(´-ω-`。).zZ

martes, abril 10, 2012

Viaje de bienvenida II


¡Hola de nuevo!
Esto de escribir todos los días lo veo difícil, pero bueno, supongo que en cuanto termine estas primeras entradas, las siguientes no serán taaan largas ^^. 

Retomemos el viaje donde lo dejamos: en Takamatsu. Después de pasar la mañana en el Ritsurin Kôen, cogimos un tren hacia Okayama. Llegamos bastante tarde, pero por suerte, la ciudad era bastante animada. Cenamos en un restaurante de sushi con cinta transportadora, ¡nos pusimos las botas! Era el primer sushi que comía en Japón y me supo a gloria, y cometí el error de todo primerizo: me cogí un plato de postre que rondaba en la cinta, ¡pero que era de muestra! ¡Jajaja! Los del local se rieron un rato, pero más nos reímos Ángel y yo… ¡Vaya patas! Para que os hagáis una idea de las réplicas súper reales que tienen a veces de la comida… 

Una vez teníamos los estómagos bien abastecidos, nos marchamos a pasear un rato por la ciudad y a ver si encontrábamos la Sega Joypolis, un edificio dedicado a las consolas de Sega y otros entretenimientos. Por suerte no quedaba demasiado alejado del hotel, así que pudimos ir andando, y supongo que para compensar esa facilidad, nos tocó aguantarnos las ganas de probar un Dance Dance Revolution ( DDR ), porque no había… Y como no nos íbamos a quedar con las manos vacías (que no los bolsillos xD), nos viciamos un poco al juego del taiko. La foto que os dejo para que os hagáis una idea es en Nagasaki, pero es el mismo juego, y el niño era una ternura ^^. 

Pasamos también por la bolera que había en el mismo edificio, pero no voy a comentar nada de eso, porque no podíamos haber sido más tristes… ¡Jajaja! Dejémoslo en que no es lo nuestro. Lo bueno de haber ido a la bolera, es que descubrí mi talla de pie en versión japonesa, que es directamente los cm que sean de pie. Para cuando algún día compre zapatos, ya sabré qué pedir =) .
La verdad es que nos sorprendió encontrar el sitio tan vacío… La planta baja, que era la sección “infantil” con consolas de coches, tiros, el del taiko y un montón de purikura, tenía un par de parejas y un par de grupillos de jóvenes. Y la planta primera era la versión “adulta”, con gente enganchada a tragaperras que todavía no entiendo muy bien en qué consistía el juego. El panorama era un poco triste. 

Visto lo visto, me acordé de que en frente de nuestro hotel había otro de estas salas recreativas, así que decidimos volver a probar suerte, no fuera a ser que allí si que hubiera DDR. No tardamos nada en llegar, pero el panorama no era muy distinto al anterior. Bueno, la gente era más quinqui, lleno de jóvenes aspirantes a yakuza, y tampoco había lo que queríamos, así que después de bromear un rato con Ángel sobre los yakuzas y ver a un par de personas viciarse muy seriamente a alguna máquina, nos volvimos al hotel. 

Por la tarde, cuando habíamos llegado al hotel, me había fijado que había un montón de mangas en la entrada para que la gente se sirviera, así que me cogí el primero que había ojeado al llegar, y para cuando llegamos a nuestro piso, ya me había dado cuenta de que era medio porno, sin censuras ni nada… xDD Os dejo la foto de portada para que veáis que si te despistas, puedes encontrar cosas eróticas en cualquier lado… 

A la mañana siguiente, nos dirigimos al parque de la ciudad, que con la primavera más avanzada debe de ser precioso, pero después de haber visitado el parque del día anterior, este no nos pareció tan fantástico. Paseamos un rato por él e hicimos unas cuantas fotos, pero no era el medio día y ya nos estábamos marchando de la ciudad, aunque también es cierto que teníamos algo planeado que nos iba a ocupar el resto del día: ruta entre islas hacia Shikoku en bici. 

De Okayama salimos hacia Onomichi, donde alquilamos unas bicis que escogimos entre un montón de ellas, dejamos los bultos (mochilas y paraguas)en unas taquillas al lado del puerto y nos pusimos a andar con toda la intención del mundo. Nos habían contado que normalmente el recorrido hasta donde nosotros queríamos llegar se hacia en unas 3 horas, y teniendo en cuenta que era el tiempo que teníamos, empezamos el itinerario con calma. Ya sabéis, siempre se dice lo que tardaría una persona de edad media, sin demasiado esfuerzo, ¡por lo menos en España! 

Hubo varios factores con los que no contamos: parada para comer, paradas para hacer fotos, y el vendaval que hacía ese día, que aunque llevara el piñón blandísimo me parecía que estaba en el más duro posible… Supongo que ya os lo imaginaréis, acabamos los últimos tres cuartos de hora dándolo todo para ver si podíamos llegar al ferri de las 15.30 pero, cómo no, llegamos 5 minutos tarde y aquí en Japón, lo que menos te puedes esperar es que salga algo con retraso (menos en los trenes que de vez en cuando alguien se tira a las vías y tienen follón para rato). Cuando llegamos, con el corazón en la garganta, nos cruzamos con un occidental que debía de haber perdido también el ferri de las tres, pero para cuando salimos del baño (donde intenté recomponerme un poco, pero malamente xD) ya no estaba en la estación. 

Visto que teníamos dos horas para disfrutar del pintoresco pueblito donde nos habíamos quedado estancados, nos marchamos a buscar algún sitio donde ahogar nuestras penas en comida y así recuperar algo de fuerzas.
Acabamos en un sitio de takoyaki que habíamos visto al entrar en el pueblo con la bici, donde una pareja de señoras muy amables nos atendieron y nos sirvieron una ración de takoyaki y otra de yakisoba (en la foto) que a mí me supieron a gloria. Además, para rematar, nos regalaron unas cuantas mandarinas, que parecían ser bastante típicas de la zona, y que les agradecí enormemente porque hacía días que no comíamos nada de fruta y con los precios que tiene aquí, es un gran gesto por su parte. 

A la vuelta pasamos por un par de tiendas donde compramos postres y luego subimos una colinita para llegar al final a lo que parecía ser el cementerio del pueblo. A esas alturas ya no nos quedaba mucho tiempo, así que decidimos volver a la estación y esperar allí a que llegara el ferri, tampoco íbamos a tentar a la suerte…
En el ferri, esta vez sí, nos sentamos al lado del occidental y nos pusimos a hablar con él. Era un estudiante de máster de Rumania que había estado medio año en Nagoya, pero que se marchaba tres días más tarde de vuelta. Una pena, porque era un chico simpático y me dio un par de consejos de la ciudad, aunque de momento no he podido usar ninguno =P. 

Cuando llegamos a Onomichi, devolvimos las bicis a todo correr, porque cerraban el establecimiento, y nos fuimos directamente a la estación, cogiendo las mochilas de camino, a ver si había suerte y nos podíamos subir en el primer tren que pasara hacia Hiroshima. Pudimos hacerlo, pero nada más montarnos me di cuenta de que había algo que faltaba: “mi” paraguas. Esta vez me resigné, había sido mi culpa, así que ya le serviría a otra persona en caso de necesidad. Y no será por paraguas transparentes aquí… 

El viaje que nos esperaba era largo, pero viajar acompañado nunca es aburrido, así que estuvimos revisando fotos y haciendo videos del paisaje durante las tres horas de recorrido. Cuando llegamos fuimos directos al hotel, que nos costó un rato encontrarlo. El mapa que había en internet para localizar el hotel parecía sencillo, pero al final tuvimos que llamarles para que nos dieran de nuevo las indicaciones desde donde estábamos en ése momento. Fue mi primera conversación telefónica en japonés y, teniendo en cuenta lo poco que me gusta ya de por sí hablar por teléfono, hacerlo en japonés fue un desastre. Me equivoqué de palabras, y pasé rapidísimamente al inglés en cuanto vi que el del hotel lo hablaba un poquillo. 

Al final llegamos y, la verdad, es uno de los hoteles que más me ha gustado: con habitación tradicional, futones que tuvimos que montar nosotros mismos, baño para nosotros y bastante barato… Y la gente del hotel era muy simpática, 100% recomendable, si algún día vuelvo a Hiroshima, que lo haré, repetiré. 

Cuando ya por fin nos instalamos, salimos en busca de un local de Hiroshimayaki (es en inglés, pero no hay explicaciones en castellano, ya hablaré de ello más adelante) que recomendaban en internet. Fue otro gran acierto. El local era minúsculo, lo suficiente para meter una plancha enorme, cuatro banquetas a su alrededor y el espacio para el cocinero. Cuando entramos, ya había tres clientes ahí, que no tardamos mucho tiempo en descubrir que eran muy habituales, y muy amigos del cocinero. La cena fue muy divertida, los japoneses se esforzaban por hablarnos en inglés, y si no, ya chapurreábamos nosotros algo de japonés (evidentemente, Ángel estaba ahí para salvarme siempre xD). Luego entraron un par de japoneses más y eso ya fue una fiesta. Nos reímos un montón y comimos muy a gusto, además, estaba delicioso. Aquí os dejo la página web de Sankanou para que echéis un vistazo a las fotos, porque el resto está en japonés, así que lo de leer sólo para los más valientes xD 

Después de cenar, fuimos al parque de la paz, a ver si podíamos ver algo, pero una vez allí decidimos parder un podo de tiempo a la mañana siguiente y volver a verlo todo mejor. Así que nos marchamos al hotel y a dormir, que el día siguiente iba a ser bastante duro. 

Por la mañana nos marchamos temprano al parque, donde hicimos unas cuantas fotos y estuvimos enredando con una campana que había en el parque. Después nos marchamos a Miyajima, el templo donde está el Torii sumergido en el agua cuando es marea alta. Fuimos a la ciudad en ferri, junto con una gran muchedumbre de turistas, en su gran mayoría, japoneses. Era de esperar, porque íbamos justo a la mejor hora, y el clima era perfecto. 

Según llegamos a la isla, dejamos las maletas en una taquilla y nos lanzamos entre la gente y los ciervos en busca del Torii. Me sorprendí bastante cuando vi el templo tan enorme que hay justo en frente, está visto que no me había informado bastante sobre el lugar ^^U . El lugar era precioso, pudimos hacer fotos, grabar a la gente haciendo sus rituales sintoístas, coger un papelito que nos predice la suerte de este año (cosa que todavía tengo que traducir…), comer especialidades locales, y jugar un poco con los ciervos. Fue un bonito descanso después del día anterior. 


Cuando volvimos a Hiroshima, cogimos otro tren más hacia Shimonoseki. Esta vez sería el más pesado de todos, teníamos unas cuatro horas por delante de viaje, y mucho cansancio acumulado. Gracias a dios, esta vez teníamos un entretenimiento extra: la DS de Ángel, así que nos pusimos a jugar a Mario Bross. Aprovechamos que pasábamos cerca para hacer una parada en Iwakuni y visitar el puente de 5 tramos que veis en la foto. El puente era muy interesante, pero el pueblo de “samuráis” al que llevaba dejaba bastante que desear. Dimos un par de vueltas por el lugar para compensar el precio del ticket y nos marchamos a continuar el camino hasta Shimonoseki, de nuevo acompañados por Mario. 

Y aquí lo dejo por hoy, ¡jaja!
Cuidaos mucho, que yo me voy a dormir. Mañana tengo que entregar mucho papel y tengo que empezar a pagar facturas, no vaya a ser que me corten la luz y esas cosas… ¡Jaja!

またこんど!
(。´-ω-`。) . z Z

viernes, abril 06, 2012

Viaje de bienvenida I

こんにちわ!
Todavía no me lo puedo creer ni yo pero, ¡ya llevo tres semanas en Japón!  ただ(´ω`)ノ

Después de varios días sin ningún tipo de señal por mi parte, vengo a informaros de qué he hecho con mi vida desde el  día 22 de este mes pasado. 

En la entrada anterior, como ya era bastante larga, al final no mencioné lo que llevaba planeando desde un tiempo con Ángel (para quienes no lo conozcáis, es un compañero de mi clase, que estuvo con la misma beca que yo estos últimos meses en Sapporo, Hokkaido). Aquí os dejo el link a su blog, donde ha ido comentando un poco sus experiencias en la cuidad, muy interesante (*´-ω-)ウンウン :   

El caso es que, aprovechando que yo no tenía nada que hacer en España desde Febrero y que él terminaba las clases en Sapporo a principios de Marzo, quedamos en que haríamos un viaje hacia el sur de Japón a finales de este mes. Con algunos cambios espontáneos de última hora, más o menos vimos todo lo que nos habíamos propuesto, así que espero contarlo de manera algo amena ^^U.  

Ángel llegó a Nagoya el día 21 por la noche, día en el que también llegaba Michael, el novio de mi amiga Kotone, por lo que me vino de perlas, porque no quería molestarles cuando llevaban tanto tiempo sin verse. Así que, mientras llegaba Ángel, me fui a cenar algo con Kotone y Michael a un restaurante en las torres de la estación central. Era la segunda vez que iba con Kotone a ése mismo restaurante y, la verdad, estaba riquísimo. 

En las imágenes de la derecha podéis ver a Kotone y luego lo que yo comí en esa ocasión, un plato de sushi variado. La calidad de las fotos no será muy buena, porque la mayor parte de ellas las he hecho con el móvil… 

Siguiendo con el tema, para cuando llegara Ángel se supone que yo debería haber ido a mi hotel, hecho el check-in y haber vuelto a esperarle en la estación pero, aunque estuve un buen rato buscándolo, no lo encontré, y tampoco tenía el número del hotel para poder llamarles, así que volví a la estación y me fui con Ángel a su hotel, a ver si había suerte y me acogían de alguna manera >.<
A pesar de que estaba cerquísima a la estación, nos costó un montón encontrarlo, preguntamos a señor en la calle y todo. ¡Lo peor de todo es que ni siquiera el señor se aclaraba! Fue realmente atento: él mismo llamó al hotel desde su móvil y nos acompañó a donde él creía que estaba el hotel, pero como no lo encontrábamos, preguntó a unos que estaban en la entrada de…. ¡un hostclub! (。・o・。) ¡Jajaja! (Para quien no sepa qué es un hostclub, los siguientes enlaces: Wikipedia en inglés , Breve resumen en castellano  os pueden dar ciertas nociones de qué va el tema xD.) Lo peor de todo, es que el pobre señor tenía prisa, así que nos dejó con el del hostclub y fue éste quien nos llevó al hotel. 
Cuando por fin entramos, no había más habitaciones, ni individuales ni dobles, así que nos tocó dormir a los dos en una individual. Fue bastante gracioso y, teniendo en cuenta que era la vez que más apretados íbamos a dormir durante el viaje, tampoco fue tanto problema. 

Antes de ir a dormir, nos bajamos a la tienda de takoyaki que había debajo del hotel. Llevaba ya un par de días intentando comprar takoyaki en la tienda de al lado de casa de Kotone, pero es que el local es taaan pequeño, y mi japonés es taaan pobre, que todavía no me había atrevido =P. Pero bueno, con Ángel ahí, era otro cantar (y también, el local era bastante más grande…), así que nos pedimos una ración de takoyaki y nos empezamos a actualizar después de tanto tiempo.

Al día siguiente nos marchamos a primera hora del hotel, pasamos por un konbini y nos fuimos directos a Toyota, un pueblo que se fundó a partir de la construcción de la fábrica de coches de donde ha sacado el nombre. Una vez allí, nos costó un poco llegar desde la estación hasta la fábrica, pero nada que no solucionen 1800 yen de taxi xD.
Una vez en la fábrica, nos enseñaron una pequeña muestra de las investigaciones más punteras que están haciendo: un robot que toca una trompeta, y una especie de nuevo modelo de coche, individual (foto de la derecha). Luego, nos hicieron un recorrido por varias partes de la fábrica, explicándonos todo el proceso y la filosofía de la empresa (producir sólo lo que se haya pedido y encontrar los errores lo más pronto posible), que es para eso para lo que fuimos.
Fue muy interesante, y la verdad, me gustó más de lo que esperaba. Ver a los robots ensamblar las piezas que daban miedo con sus movimientos tan humanos, y luego a todos los trabajadores terminar el montaje… Era como dos de las cosas que te esperas en Japón: tecnología y meticulosidad.
De ahí nos fuimos de vuelta a Nagoya, y nos cogimos los billetes que usaríamos para trasladarnos esos días, y salimos directamente a Kobe, al lado de Osaka. Llegamos algo tarde pero fue bastante fácil encontrar el hotel. Esta vez la cosa se complicó y no fue nuestra culpa (≧∇≦). Debía de haber algún problema en nuestra habitación y tuvimos que irnos a otro hotel a pasar la noche y tampoco nos salió tan mal: nos llevaron a otro bastante cercano, y nos dieron un par de vales de desayuno para el hotel donde se supone que tendríamos que haber dormido, cosa que no habíamos contratado. 

Después de instalarnos, nos fuimos a dar una vuelta por los alrededores y a probar uno de los platos típicos locales: el akashiyaki (foto). Fuimos a un local bastante pequeño y escondido, pero era fantástico. Pedimos un par de raciones y unos viejillos que estaban por ahí nos empezaron a hablar. Estaban muy pasados, pero uno había vivido en Sudamérica y hablaba algo de castellano y otro viajaba bastante a Marruecos y chapurreaba algo de francés. La conversación no duró mucho porque se estaban marchando, pero fueron muy graciosos y nos amenizaron la espera. 

Una vez cenados, nos fuimos al puerto a dar una vuelta, ver la torre de Kobe y el parque en conmemoración al terremoto (que al final no vimos gran cosa de esto), y de camino pasamos por el barrio chino. Allí compramos un postre en un restaurante que tenía un puestito fuera y que el señor era bastante simpático. Como podéis comprobar en la foto, ¡mi postre era una monada! ¡Jaja!



Al día siguiente, 23 de marzo, nos despertamos con toda la ciudad calada y sin expectativas de dejar de llover, así que compramos un par de paraguas en el konbini cercano al hotel (¡Siii! ¡Mi primer paraguas transparente!) y luego nos atiborramos en el desayuno gratis que nos habían dado. De tanto comer tuvimos que salir corriendo a coger el bus, que casi perdemos. Nuestra siguiente parada, Naruto, es un pueblo bastante conocido por el remolino que se forma al subir y bajar la marea, y es eso lo que fuimos a ver. No tuvimos demasiados problemas para llegar, y en la entrada un señor ya se ocupó de resolver cualquier duda que tuviéramos y de venderle a Ángel un impermeable porque con el viento que hacía se le había roto el paraguas. Estuvimos encima de la zona de remolino casi en hora punta, pero hacía un frio que pelaba y decidimos que nos daba tiempo de ir al mirador de la isla y verlo todo desde allí. No fue del todo un acierto, porque estaba completamente nublado y no se veía apenas nada, pero tampoco fue un error, porque tampoco fue a mucho más. Nos metimos en un local de al lado del mirador a comer y ver desde allí lo que la niebla nos dejara.  

Una vez en la estación descartamos la posibilidad de pasar por otro pueblo y nos marchamos directamente a Takamatsu, haciendo una parada por el camino para visitar Shikoku-mura, un pueblo que es una réplica de lo que debía de ser un pueblo tradicional japonés. Allí hicimos una pequeña parada y nos comimos un bueno bocadillo de jamón serrano del que había traído de extranjis en mi maleta.



De allí salimos directos a Takamatsu, donde me llevé el primer disgusto del viaje: ¡me robaron mi paraguas! Si, señores y señoras, en Japón roban los paraguas si los dejas en el paragüero del hotel. Así que con toda la indignación del mundo, cogimos un par de paraguas del hotel y visto que no había absolutamente nada por la noche, aprovechamos y nos fuimos a un karaoke, después de pasar por un local que habíamos visto recomendado y comer un soba al curri, ¡delicioso! 

Por la mañana nos fuimos a un parque de la ciudad que nos pillaba un poco alejado, pero habíamos leído que allí se podía disfrutar de una ceremonia de té en un casa tradicional, así que cogimos los bártulos, un paraguas que era igual que el mio abandonado en la entrada de un konbini cercano, y no dirigimos hacia allí. “Recuperar” mi paraguas fue un acierto, porque cuando llegamos al parque empezó a llover, y nos hizo falta, lo cual no sé si ayudó a disminuir o no el sentimiento de culpa... ¡Jaja! Paseamos un poco por todo el parque, hicimos fotos, comimos dango (foto), y ya por fin llegamos a la casa donde se hacia la ceremonia de té. En ese mismo momento estaban dando un concierto un grupo de música más bien celta, así que con la entrada a lo del té, nos llevamos de regalo un mini concierto que estuvo muy bien, con la colaboración de un ancianito que se puso a leer haikus que no entendimos ni un poquito y que parecían compuestos por él.
Aquí os dejo el link a la última canción que tocaron: You raise me up, la calidad del video no es la mejor, pero el sonido es bastante decente, así que con eso os podéis hacer una idea.
  Lo que habíamos leído como ceremonia de té, realmente no era nada más que sentarte sobre unas alfombras eléctricas, para contrarrestar el frio que hacia, en una estancia bastante grande con un de las paredes abiertas hacia el parque y tomar el té con el dulce que te daban de la manera más ceremoniosa que pudieras o supieras. El dulce estaba muy bueno y el té, gracias a dios, menos amargo de lo que me esperaba, así que yo creo que en general mereció mucho la pena ir ^^ .

De momento lo dejo aquí, que se me están haciendo las tantas y quiero dormir que mañana tengo reunión con los del laboratorio para hablar sobre un concurso (si, si os lo preguntáis, mañana para mí también es sábado, aquí se pasan la vida en la uni…). ¡A ver si en la siguiente entrada termino ya con el viaje y os puedo contar algo más de Nagoya! Os adelanto una cosa: ¡ya he celebrado mi primer Hanami! Poco después de llegar a Nagoya, quedé con Mayu, mi alumna mentora, y traté de entra en la resi el dia 1 de abril pero, aparte de ser domingo, debía de ser día festivo, así que estaba cerrada. Hubiera sido un desperdicio de día si no llega a ser porque aquí, como ya os he dicho, la gente se pasa la vida en la uni, así que pasamos por el laboratorio y Mayu me presentó a unos cuantos que estaban allí. Evidentemente, me tocó decir algo en japonés y la única frase que dije no estaba bien, pero me aplaudieron de todos modos y me dijeron que fuera al día siguiente a celebrar el Hanami con ellos. Mejor imposible, ¡jeje! 

Bueno, a ver si mañana llego a una hora decente de la uni y puedo seguir escribiendo, お休みなさい!(^^*)