¡¡Hola otra vez a todos!!
Cada vez se me están acumulando más cosas que contaros, así
que voy a terminar rapidito con el viaje y en la próxima entrada ya os contaré
las mil y una maravillas que me estoy encontrando aquí ^^ .
En la entrada anterior dejé el viaje en Shimonoseki. Esta
ciudad es la última que hay en la isla central de Honshu y la que, evidentemente,
comunica con la siguiente isla, Kyûshû. En principio, este es una ciudad importante
históricamente, por lo del Tratado de Shimonoseki, que puso
fin a la primera guerra sino-japonesa. Llegamos allí bastante tarde y, esta vez,
el hotel estaba más lejos de lo que pensábamos, básicamente porque había un
hotel con un nombre muy parecido y nos equivocamos al mirar la dirección. A
pesar de todo, no fue complicado encontrarlo, y acabamos llegando a la zona del
hotel, que no tenía mala pinta y daba a una calle principal, pero la calle de
detrás del edificio estaba llena de bares, host clubs (de los cuales ya os he
hablado) y soaplands
(versión femenina de los host clubs, aunque esto si que se acerca más al
concepto de prostíbulo). Contrastes increíbles.
Esa misma noche intentamos ir a la lonja del pescado, que
era la principal atracción que habíamos planeado en el lugar. Resultó estar más
alejado de lo pensado y se nos estaba haciendo tarde y la única opción que veíamos
para ir, era en bus. Como no sabíamos ni cual era el que teníamos que coger, ni
donde paraba, ni tampoco si tendríamos buses para volver, fuimos por decimosexta
vez a la estación a cenar algo.
A la mañana siguiente nos despertamos pronto,
desayunamos en el hotel y nos marchamos directos a la lonja del pescado, esta
vez con las indicaciones bien preguntadas en la recepción del hotel. Llegamos allí
y nos dimos una vuelta por los puestos, hablamos con un dependiente muy
simpático que se lanzó a hablar con nosotros en ingurisu (inglés ajaponesado xD),
probamos algunas cosas que nos ofrecieron en algún puesto. Como todavía era
bastante pronto, nos subimos a la cubierta del edificio, que resultó una sorpresa
más que agradable: ¡una cubierta ajardina cuya inclinación estaba orientada al
solecito! Así que, como es de esperar, no nos lo pensamos dos veces y, después
de que Ángel hiciera un par de fotos, nos tumbamos ahí a descansar y tostarnos
un poco al sol, mientras unos cuantos japoneses pasaban cerca, pisando la
hierba lo mínimo posible, y nos miraban como si estuviéramos locos. Ya sabéis, era
una de esas cosas que sólo harían los occidentales.

Luego bajamos al restaurante de sushi que estaba más
que recomendado y para nuestra sorpresa,
¡se había llenado! Había un montón de
gente esperando fuera, así que nos apuntamos a la lista, y nos fuimos a dar
otra vuelta más por el mercado, que teníamos tiempo para rato.

Cuando nos tocó el turno, nos sentaron en la barra (otra vez
un restaurante con cinta transportadora, los adoro xDD) y ahí comimos a gusto,
pero vigilando un poco lo que cogíamos, porque estaría muy bueno, pero también
era bastante caro. Uno de los platos típicos del lugar es el pez globo, así que
no desaprovechamos la oportunidad para probarlo. Como podéis comprobar,
seguimos vivos =P. Y una cosa que no nos esperábamos que hubiera, pero que
tampoco pudimos evitar probarlo, era ballena (en la foto). La verdad, ninguna
de las dos cosas me parecieron manjares de los cielos, así que creo que a
partir de ahora me conformaré con peces normales, que también están muy buenos.
De Shimonoseki cogimos un tren hacia Fukuoka,
atravesando de una isla a otra. En principio pensábamos llegar bastante pronto
a la siguiente ciudad, pero cuando estábamos a mitad de camino nos tropezamos
con un par de montañas rusas (foto).
No teníamos mucho tiempo para pensarlo,
pero tampoco teníamos ninguna prisa, así que en el minuto que tardó el tren en
llegar a la estación, Ángel y yo recogimos las cosas y nos bajamos del tren
dando botes.

Había leído algo del Space World, que es como se llamaba el
parque de atracciones, pero no tenía muy buena pinta por lo que contaban. La
realidad fue bastante mejor. Llegamos un poco entrada la tarde, y el parque
estaría abierto unas 3 o 4 horas más, lo suficiente para que nos pudiéramos
montar en las montañas rusas más grandes y puede que en alguna cosa más.
La verdad es que yo no estaba tan segura de querer montarme
en la primera que vimos, pero al final esa resultó ser la más suave de las tres
que había, así que por descarte, me acabé montando. Como podréis comprobar si
veis el video, se perdía mucho tiempo antes de salir cada “tren” porque
explicaban muy exhaustivamente todo, así que las colas eran interminables. Al
final no nos dio tiempo a montarnos en todo, así que nos decidimos por probar
sólo las montañas rusas. Con la segunda menos impresionante también me atreví,
pero ya con la última si que no pude, así que mientras Ángel se montaba en ésa,
yo me fui a una de agua. La fila que había para la de agua era larguísima, y si
eso llega a ser España, no me hubiera preocupado, pero al de un rato de estar
en la cola, me di cuenta de que aquí no rellenaban las canoas hasta que ya no
cupiera más gente, si ibas solo, ¡te montabas tú sólo en la canoa y ya está! Por
algo iba eso tan lento… Bueno, ya llevaba un rato esperando, y ni por el forro
me iba a montar en la otra montaña rusa, así que me resigné a subirme sola y me
puse a observar a los de mi alrededor, cosa que hasta el momento había hecho
junto con Ángel y habíamos podido reírnos un rato de cómo nos miraban, pero al
estar sola era más evidente sus miradas. Aunque también más gracioso: se
arrejuntaban en sus grupillos y de vez en cuando se oía que decían alguna
palabra en inglés, a ver si yo reaccionaba y, como no, no podía evitar sonreír.
El caso es que, a mitad de la cola, el grupillo que estaba delante mio hizo una
piña enorme y se pusieron a consultar algo en común, para que, al final,
acabara saliendo del montón de chicos la única chica y se acercara tímidamente
a mi.
Fueron fenomenales: me dijeron (a través de
ella, evidentemente) que a ver si quería montarme con ellos en la atracción,
porque tenían un hueco libre. Como es de esperar, yo acepté sin pensarlo y ya a
partir de entonces me puse a hablar con la chica durante todo el resto de la
espera. Resulta que eran el equipo de fútbol de su instituto, con la mánager,
que, como era su último verano juntos porque ahora en abril empezaban la universidad,
se habían ido unos días de vacaciones. Hablé un montón con la chica, y los
chicos estaban siempre cerca, escuchando, pero no se atrevieron a hablar hasta
casi el final, fue muy gracioso. El caso es que al final me subí con ellos,
grité con ellos, y cuando salimos, nos despedimos y me fui a buscar a Ángel,
que se había vuelto a montar en la montaña rusa mortal. Os dejo el vídeo para
que os hagáis una idea de lo que era, absolutamente vertical, al subir y al
bajar. Y si, ya sé que no soy muy buena cámara.
De allí ya llegamos a Fukuoka, completamente
exhaustos, pero muy contentos con el día al final. Cuando llegamos al hotel,
nos fuimos directos a cenar, que recomendaban mucho el ramen de la ciudad, así
que por nada del mundo nos lo íbamos a perder.
Al final, dando un par de
vueltas, y siguiendo las instrucciones exactas de internet, llegamos a una
tienda de ramen que resulta que era una cadena muy típica de Sapporo, y como a
Ángel le gustaba, tampoco nos importó probar ese, que lo habían recomendado. La
verdad e que estaba delicioso, y nos pusimos las botas, así que decidimos ir al
centro andando para quemar un poco todo lo que habíamos comido.

Aquí nos pasó una cosa rarísima: creíamos que íbamos
al centro, ¡pero acabamos en la terminal internacional del aeropuerto! Por
increíble que parezca, y aunque en todo momento supiéramos dónde estábamos, ¡nos
habíamos perdido!
No fue hasta que volvimos a casa y miramos bien qué es lo que
había pasado que comprendimos nuestro error: habíamos partido mal del hostal.
Pero lo que más nos había preocupado, es que siguiendo las mismas instrucciones
que ponía internet, pero en otra dirección, ¡habíamos llegado a una tienda de
ramen! ¡Por eso estábamos tan convencidos de que sabíamos dónde estábamos! La
conclusión es que no probamos el ramen típico de Fukuoka, pero el que tomamos
también estaba buenísimo.

Al día siguiente nos fuimos al centro de la ciudad,
comimos un poco por el centro,
haciendo un par de fotos y ya ignorando u poco
más las cosas, que todo el viaje empezaba a pesar. Fuimos a un parque y de allí
nos marchamos a la torre de Fukuoka, que al final resultó bastante decepcionante.
La ciudad me gustó mucho más verla a pie de calle que desde las alturas: me
pareció que la torre no estaba bien posicionada y que lo que llegabas a ver
desde la esta no era nada especial, más bien lo contrario.
Además, yendo hacia allí,
perdí la libreta donde tenía todos mis apuntes del viaje, los sellos que había
hecho en todos los sitios, y un poco de información de proyectos… Mea culpa, me
despisté. Pero Ángel tuvo la gran idea de tomarnos algo en el
bar de la torre, y ya se sabe que “con un poco de azúcar…”


Cómo no, como todas las torres de Japón, tenía que tener su observatorio
para enamorados. Horrible. Dejo la foto y no digo más.
De Fukuoka ya salimos a nuestro último destino:
Nagasaki. Otra vez, para no cambiar la rutina ya a esas alturas, tuvimos
problemas al encontrar el hostal,
pero al final preguntando un par de veces llegamos.
El hostal es de los que más me gustó, estilo japonés, como podéis ver en la
foto.

Esta vez el plato típico del lugar era uno que venía de la
cocina china, el champon, pero vistos los platos ejemplo que hay en todos los
restaurantes, más que entrarnos hambre, se nos revolvían las tripas, así que
decidimos pasar por esta vez. Acabamos cenando en un indio en la estación
central, sobre todo porque las alternativas eran italianos, americanos más que
caros, y ramen otra vez. A pesar de todo, no estuvo nada mal.
A la mañana siguiente tocaba día duro:
parque de la
paz de Nagasaki, con visita al museo. Los cerezos estaban en flor y la verdad,
estaba precioso. El museo, a pesar de estar la gran mayoría de la información
en japonés, fue muy interesante y he aprendido bastantes cosas sobre las bombas
nucleares y energía nuclear que antes no sabía. Llegamos a la conclusión de que
Hiroshima se había reinventado mejor después de la bomba que Nagasaki, pero de
todos modos, es increíble.

De allí fuimos a comprar un par de recuerdos para
Kotone y para los de mi laboratorio, que aquí cuando se va uno de viaje, no
puede volver con las manos vacías.
En este caso eran unos bizcochos que son muy
muy famosos llamados Castella. Cuando llegué de vuelta a Nagoya vi que también
pos podía comprar aquí, pero el paseo hasta la tienda y el ambientillo del
barrio mereció la pena. Comimos un curry de vuelta a la estación central y antes de coger el bus
al aeropuerto pasamos por una tienda enorme de libros y música de segunda mano.
Mangas por 1 euro, como nuevos. En ése momento decidí que tenía que localizar
una tienda de libros de segunda manos en Nagoya lo antes posible, cosa que ya
he hecho ^^.

El viaje al aeropuerto y demás es como siempre, aunque nos
pasamos un montón de tiempo esperando en la estación, enredando con el manga
que se había comprado Ángel, la DS y el internet del aeropuerto.
Se supone que a la vuelta me iba a marchar con Ángel a Tokyo
un par de días, a ver ya de paso a Adri que vino de visita con la madre de
Ángel y demás compañía. Pero estaba agotada, el viaje me había dejado molida, y
el último tren de camino a Nagoya me había matado, así que al día siguiente le
acompañé al shinkansen y me fui de vuelta a descansar, que estaba medio enferma.
Hasta aquí el viaje, ¡uf! ¡Espero que os haya entretenido y
que ahora tengáis muchas más ganas de venir a visitarme! ¡Jejeje! Para más
fotos y demás, dirigíos a Facebook, o preguntadme a ver si tengo alguna, que
hicimos montones.
Los siguientes días fueron un poco caóticos. Creía que
podría entrar en mi residencia el día 1, pero resultó que además de ser
domingo, era un día festivo y estaba cerrada, así que me toco buscarme hostal
para una noche más. Lo bueno de haber ido a la uni ese día es que conocí a unos
cuantos del laboratorio donde voy a pasar mi vida este año. No es que les
conociera exactamente pero Mayu, mi mentora, me presentó a ellos y tuve que
chapurrear algunas palabras en público. ¡Menuda vergüenza! Sobre todo porque
dije una frase, y además mal dicha, pero bueno, todo se mejora… ¡Jaja! Fueron
muy considerados, me aplaudieron y ya me ofrecieron que fuera al día siguiente
al Hanami que celebraban, como ya os adelanté en la otra entrada.
Dejo el hanami y el resto para la siguiente entrada. No creo
que escriba por lo menos hasta el domingo, ya lo siento, pero el finde tengo
planes con Kotone, que no la veo desde la semana pasada y ya va siendo hora. ¡Cuidaos
mucho!
おやすみ(。´-ω-`。).zZ
ガ
とても おもしろい!!!
ResponderEliminarありがとうございます!! ^^
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