jueves, abril 19, 2012

Viaje de bienvenida III


¡¡Hola otra vez a todos!!
Cada vez se me están acumulando más cosas que contaros, así que voy a terminar rapidito con el viaje y en la próxima entrada ya os contaré las mil y una maravillas que me estoy encontrando aquí ^^ .

En la entrada anterior dejé el viaje en Shimonoseki. Esta ciudad es la última que hay en la isla central de Honshu y la que, evidentemente, comunica con la siguiente isla, Kyûshû. En principio, este es una ciudad importante históricamente, por lo del Tratado de Shimonoseki, que puso fin a la primera guerra sino-japonesa. Llegamos allí bastante tarde y, esta vez, el hotel estaba más lejos de lo que pensábamos, básicamente porque había un hotel con un nombre muy parecido y nos equivocamos al mirar la dirección. A pesar de todo, no fue complicado encontrarlo, y acabamos llegando a la zona del hotel, que no tenía mala pinta y daba a una calle principal, pero la calle de detrás del edificio estaba llena de bares, host clubs (de los cuales ya os he hablado) y soaplands (versión femenina de los host clubs, aunque esto si que se acerca más al concepto de prostíbulo). Contrastes increíbles. 

Esa misma noche intentamos ir a la lonja del pescado, que era la principal atracción que habíamos planeado en el lugar. Resultó estar más alejado de lo pensado y se nos estaba haciendo tarde y la única opción que veíamos para ir, era en bus. Como no sabíamos ni cual era el que teníamos que coger, ni donde paraba, ni tampoco si tendríamos buses para volver, fuimos por decimosexta vez a la estación a cenar algo. 

A la mañana siguiente nos despertamos pronto, desayunamos en el hotel y nos marchamos directos a la lonja del pescado, esta vez con las indicaciones bien preguntadas en la recepción del hotel. Llegamos allí y nos dimos una vuelta por los puestos, hablamos con un dependiente muy simpático que se lanzó a hablar con nosotros en ingurisu (inglés ajaponesado xD), probamos algunas cosas que nos ofrecieron en algún puesto. Como todavía era bastante pronto, nos subimos a la cubierta del edificio, que resultó una sorpresa más que agradable: ¡una cubierta ajardina cuya inclinación estaba orientada al solecito! Así que, como es de esperar, no nos lo pensamos dos veces y, después de que Ángel hiciera un par de fotos, nos tumbamos ahí a descansar y tostarnos un poco al sol, mientras unos cuantos japoneses pasaban cerca, pisando la hierba lo mínimo posible, y nos miraban como si estuviéramos locos. Ya sabéis, era una de esas cosas que sólo harían los occidentales. 

Luego bajamos al restaurante de sushi que estaba más que recomendado y para nuestra sorpresa, ¡se había llenado! Había un montón de gente esperando fuera, así que nos apuntamos a la lista, y nos fuimos a dar otra vuelta más por el mercado, que teníamos tiempo para rato.
Cuando nos tocó el turno, nos sentaron en la barra (otra vez un restaurante con cinta transportadora, los adoro xDD) y ahí comimos a gusto, pero vigilando un poco lo que cogíamos, porque estaría muy bueno, pero también era bastante caro. Uno de los platos típicos del lugar es el pez globo, así que no desaprovechamos la oportunidad para probarlo. Como podéis comprobar, seguimos vivos =P. Y una cosa que no nos esperábamos que hubiera, pero que tampoco pudimos evitar probarlo, era ballena (en la foto). La verdad, ninguna de las dos cosas me parecieron manjares de los cielos, así que creo que a partir de ahora me conformaré con peces normales, que también están muy buenos. 

De Shimonoseki cogimos un tren hacia Fukuoka, atravesando de una isla a otra. En principio pensábamos llegar bastante pronto a la siguiente ciudad, pero cuando estábamos a mitad de camino nos tropezamos con un par de montañas rusas (foto). No teníamos mucho tiempo para pensarlo, pero tampoco teníamos ninguna prisa, así que en el minuto que tardó el tren en llegar a la estación, Ángel y yo recogimos las cosas y nos bajamos del tren dando botes.
Había leído algo del Space World, que es como se llamaba el parque de atracciones, pero no tenía muy buena pinta por lo que contaban. La realidad fue bastante mejor. Llegamos un poco entrada la tarde, y el parque estaría abierto unas 3 o 4 horas más, lo suficiente para que nos pudiéramos montar en las montañas rusas más grandes y puede que en alguna cosa más. 

La verdad es que yo no estaba tan segura de querer montarme en la primera que vimos, pero al final esa resultó ser la más suave de las tres que había, así que por descarte, me acabé montando. Como podréis comprobar si veis el video, se perdía mucho tiempo antes de salir cada “tren” porque explicaban muy exhaustivamente todo, así que las colas eran interminables. Al final no nos dio tiempo a montarnos en todo, así que nos decidimos por probar sólo las montañas rusas. Con la segunda menos impresionante también me atreví, pero ya con la última si que no pude, así que mientras Ángel se montaba en ésa, yo me fui a una de agua. La fila que había para la de agua era larguísima, y si eso llega a ser España, no me hubiera preocupado, pero al de un rato de estar en la cola, me di cuenta de que aquí no rellenaban las canoas hasta que ya no cupiera más gente, si ibas solo, ¡te montabas tú sólo en la canoa y ya está! Por algo iba eso tan lento… Bueno, ya llevaba un rato esperando, y ni por el forro me iba a montar en la otra montaña rusa, así que me resigné a subirme sola y me puse a observar a los de mi alrededor, cosa que hasta el momento había hecho junto con Ángel y habíamos podido reírnos un rato de cómo nos miraban, pero al estar sola era más evidente sus miradas. Aunque también más gracioso: se arrejuntaban en sus grupillos y de vez en cuando se oía que decían alguna palabra en inglés, a ver si yo reaccionaba y, como no, no podía evitar sonreír. 
El caso es que, a mitad de la cola, el grupillo que estaba delante mio hizo una piña enorme y se pusieron a consultar algo en común, para que, al final, acabara saliendo del montón de chicos la única chica y se acercara tímidamente a mi.
Fueron fenomenales: me dijeron (a través de ella, evidentemente) que a ver si quería montarme con ellos en la atracción, porque tenían un hueco libre. Como es de esperar, yo acepté sin pensarlo y ya a partir de entonces me puse a hablar con la chica durante todo el resto de la espera. Resulta que eran el equipo de fútbol de su instituto, con la mánager, que, como era su último verano juntos porque ahora en abril empezaban la universidad, se habían ido unos días de vacaciones. Hablé un montón con la chica, y los chicos estaban siempre cerca, escuchando, pero no se atrevieron a hablar hasta casi el final, fue muy gracioso. El caso es que al final me subí con ellos, grité con ellos, y cuando salimos, nos despedimos y me fui a buscar a Ángel, que se había vuelto a montar en la montaña rusa mortal. Os dejo el vídeo para que os hagáis una idea de lo que era, absolutamente vertical, al subir y al bajar. Y si, ya sé que no soy muy buena cámara.

De allí ya llegamos a Fukuoka, completamente exhaustos, pero muy contentos con el día al final. Cuando llegamos al hotel, nos fuimos directos a cenar, que recomendaban mucho el ramen de la ciudad, así que por nada del mundo nos lo íbamos a perder. Al final, dando un par de vueltas, y siguiendo las instrucciones exactas de internet, llegamos a una tienda de ramen que resulta que era una cadena muy típica de Sapporo, y como a Ángel le gustaba, tampoco nos importó probar ese, que lo habían recomendado. La verdad e que estaba delicioso, y nos pusimos las botas, así que decidimos ir al centro andando para quemar un poco todo lo que habíamos comido.
Aquí nos pasó una cosa rarísima: creíamos que íbamos al centro, ¡pero acabamos en la terminal internacional del aeropuerto! Por increíble que parezca, y aunque en todo momento supiéramos dónde estábamos, ¡nos habíamos perdido! No fue hasta que volvimos a casa y miramos bien qué es lo que había pasado que comprendimos nuestro error: habíamos partido mal del hostal. Pero lo que más nos había preocupado, es que siguiendo las mismas instrucciones que ponía internet, pero en otra dirección, ¡habíamos llegado a una tienda de ramen! ¡Por eso estábamos tan convencidos de que sabíamos dónde estábamos! La conclusión es que no probamos el ramen típico de Fukuoka, pero el que tomamos también estaba buenísimo. 

Al día siguiente nos fuimos al centro de la ciudad, comimos un poco por el centro, haciendo un par de fotos y ya ignorando u poco más las cosas, que todo el viaje empezaba a pesar. Fuimos a un parque y de allí nos marchamos a la torre de Fukuoka, que al final resultó bastante decepcionante. La ciudad me gustó mucho más verla a pie de calle que desde las alturas: me pareció que la torre no estaba bien posicionada y que lo que llegabas a ver desde la esta no era nada especial, más bien lo contrario. Además, yendo hacia allí, perdí la libreta donde tenía todos mis apuntes del viaje, los sellos que había hecho en todos los sitios, y un poco de información de proyectos… Mea culpa, me despisté. Pero Ángel tuvo la gran idea de tomarnos algo en el bar de la torre, y ya se sabe que “con un poco de azúcar…”
Cómo no, como todas las torres de Japón, tenía que tener su observatorio para enamorados. Horrible. Dejo la foto y no digo más. 

De Fukuoka ya salimos a nuestro último destino: Nagasaki. Otra vez, para no cambiar la rutina ya a esas alturas, tuvimos problemas al encontrar el hostal, pero al final preguntando un par de veces llegamos. El hostal es de los que más me gustó, estilo japonés, como podéis ver en la foto. 

Esta vez el plato típico del lugar era uno que venía de la cocina china, el champon, pero vistos los platos ejemplo que hay en todos los restaurantes, más que entrarnos hambre, se nos revolvían las tripas, así que decidimos pasar por esta vez. Acabamos cenando en un indio en la estación central, sobre todo porque las alternativas eran italianos, americanos más que caros, y ramen otra vez. A pesar de todo, no estuvo nada mal.

A la mañana siguiente tocaba día duro: parque de la paz de Nagasaki, con visita al museo. Los cerezos estaban en flor y la verdad, estaba precioso. El museo, a pesar de estar la gran mayoría de la información en japonés, fue muy interesante y he aprendido bastantes cosas sobre las bombas nucleares y energía nuclear que antes no sabía. Llegamos a la conclusión de que Hiroshima se había reinventado mejor después de la bomba que Nagasaki, pero de todos modos, es increíble. 

De allí fuimos a comprar un par de recuerdos para Kotone y para los de mi laboratorio, que aquí cuando se va uno de viaje, no puede volver con las manos vacías. En este caso eran unos bizcochos que son muy muy famosos llamados Castella. Cuando llegué de vuelta a Nagoya vi que también pos podía comprar aquí, pero el paseo hasta la tienda y el ambientillo del barrio mereció la pena. Comimos un curry de vuelta  a la estación central y antes de coger el bus al aeropuerto pasamos por una tienda enorme de libros y música de segunda mano. Mangas por 1 euro, como nuevos. En ése momento decidí que tenía que localizar una tienda de libros de segunda manos en Nagoya lo antes posible, cosa que ya he hecho ^^. 

El viaje al aeropuerto y demás es como siempre, aunque nos pasamos un montón de tiempo esperando en la estación, enredando con el manga que se había comprado Ángel, la DS y el internet del aeropuerto.
Se supone que a la vuelta me iba a marchar con Ángel a Tokyo un par de días, a ver ya de paso a Adri que vino de visita con la madre de Ángel y demás compañía. Pero estaba agotada, el viaje me había dejado molida, y el último tren de camino a Nagoya me había matado, así que al día siguiente le acompañé al shinkansen y me fui de vuelta a descansar, que estaba medio enferma.

Hasta aquí el viaje, ¡uf! ¡Espero que os haya entretenido y que ahora tengáis muchas más ganas de venir a visitarme! ¡Jejeje! Para más fotos y demás, dirigíos a Facebook, o preguntadme a ver si tengo alguna, que hicimos montones. 

Los siguientes días fueron un poco caóticos. Creía que podría entrar en mi residencia el día 1, pero resultó que además de ser domingo, era un día festivo y estaba cerrada, así que me toco buscarme hostal para una noche más. Lo bueno de haber ido a la uni ese día es que conocí a unos cuantos del laboratorio donde voy a pasar mi vida este año. No es que les conociera exactamente pero Mayu, mi mentora, me presentó a ellos y tuve que chapurrear algunas palabras en público. ¡Menuda vergüenza! Sobre todo porque dije una frase, y además mal dicha, pero bueno, todo se mejora… ¡Jaja! Fueron muy considerados, me aplaudieron y ya me ofrecieron que fuera al día siguiente al Hanami que celebraban, como ya os adelanté en la otra entrada. 

Dejo el hanami y el resto para la siguiente entrada. No creo que escriba por lo menos hasta el domingo, ya lo siento, pero el finde tengo planes con Kotone, que no la veo desde la semana pasada y ya va siendo hora. ¡Cuidaos mucho!

おやすみ(´-ω-`。).zZ

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